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cóse luego con sus sesenta compañeros en un bergantín que tenía, y partióse con Rodrigo de Colmenares. Ensoberbecióse más de lo que complía, y pensando que ya era caudillo y señor de trecientos españoles y una villa, desmandóse a decir muchas cosas contra Balboa y Enciso y otros; que castigaría a unos, que quitaría oficios a otros, y a otros los dineros, pues no los podían tener sin autoridad de Hojeda o suya. Oyéronlo muchos de los que iban en compañía de Colmenares, a quien aquello tocaba por sí o por sus amigos, y en llegando a la Antigua dijéronlo en concejo, y quizá con parescer del mismo Colmenares, que nada le parescieron bien las amenazas y palabras locas de Nicuesa. Indignáronse grandemente todos los de la Antigua contra Nicuesa, especial Balboa y Enciso, y no le dejaron salir a tierra, o, en saliendo, le hicieron embarcar con sus compañeros y lo cargaron de villanías, sin que ninguno se lo reprehendiese, cuanto más estorbase. Así que le fué forzado irse de allí, adonde se perdió. Ido Nicuesa, quedaron aquellos de la Antigua tan desconformes como primero, y muy necesitados de comida y de vestidos. Balboa fué más parte en el pueblo que no Enciso, por juntársele Colmenares. Prendióle y acusóle que había usado oficio de juez sin facultad del rey. Confiscóle los bienes, y aun lo azotara cuando menos, si no fuera por buenos rogadores: mejor merecía él aquella pena y afrenta, ca incurría y pecaba en lo que al otro culpaba, haciéndose juez, capitán y gobernador; aunque también Enciso pagó allí la mucha culpa que tuvo en desechar y maltratar a Nicuesa. El bachiller Enciso no podía mostrar la provisión real que tuvo, por habérsele perdido cuando su nao encalló y quebró entrando en Urabá; y como era menos poderoso, no bastaba a contrastar ni librarse por fuerza. Y como se vió libre, embarcóse para Santo Domingo, aunque le rogaron de parte de Balboa se quedase por alcalde mayor, y de allí se vino a España

y dió grandes quejas e informaciones de Vasco Núñez de Balboa al rey, el año de 12. Los del Consejo de Indias pronunciaron una rigurosa sentencia contra él; pero no se ejecutó por los grandes hechos y servicio que al rey hizo en el descubrimiento de la mar del Sur y conquista de Castilla de Oro, según abajo diremos.

LX

De Panquiaco, que dió nuevas de la mar del Sur.

Luego que Balboa se vió solo en mandar, atendió a bien regir y acaudillar aquellos docientos y cincuenta vecinos de la Antigua. Escogió cient y treinta españoles, y llevando consigo a Colmenares, fué a Coiba a buscar de comer para todos, y oro también, que sin él no tenían placer. Pidió al señor Careta o Chima (como dicen otros) bastimentos, y porque no se los dió llevólo preso al Darién con dos mujeres que tenía y con los hijos y criados. Despojó el lugar y halló tres españoles dentro, de los de Nicuesa, los cuales sirvieron medianamente de intérpretes y dijeron el buen tratamiento que Careta les había hecho en su casa y tierra. Soltóle Balboa por ello, con juramento que hizo de ayudarle contra Ponca, su proprio enemigo, y bastecer el campo. Tras este viaje despacharon a Valdivia, amigo de Balboa, y a Zamudio a Santo Domingo por gente, pan y armas y con proceso contra Martín Fernández de Enciso, que llevase uno dellos a España. Entró Balboa más de veinte leguas por la tierra con favor de Careta. Saqueó un lugar, donde hubo algunas cosas de oro; mas no pudo hallar al señor Ponca, que huyó con tiempo y con lo más y mejor que pudo. No le paresció bien la guerra tan dentro en tierra, y movióla a los de la costa. Fué a Comagre e hizo paces

con el señor por medio de un caballero de Careta. Tenía Comagre siete hijos de otras tantas mujeres, una casa de maderas grandes bien entretejidas; con una sala de ochenta pasos ancha y larga cient y cincuenta, y con el techo que parescía de artesones. Tenía una bodega con muchas cubas y tinajas llenas de vino hecho de grano y fruta, blanco, tinto, dulce y agrete, de dátiles y arrope, cosa que satisfizo a nuestros españoles. Panquiaco, hijo mayor de Comagre, dió a Balboa setenta esclavos hechos a su manera, para servir los españoles, y cuatro mil onzas de oro en joyas y piezas primamente labradas. El juntó aquel oro con lo que antes tenía, fundiólo y, sacando el quinto del rey, repartiólo entre los soldados. Pesando las suertes a la puerta de palacio, riñieron unos españoles sobre la partición: Panquiaco entonces dió una puñada en el peso, derramó por el suelo el oro de las balanzas y dijo: «Si yo supiera, cristianos, que sobre mi oro habíades de reñir, no vos lo diera, ca soy amigo de toda paz y concordia. Maravillome de vuestra ceguera y locura, que deshacéis las joyas bien labradas por hacer dellas palillos, y que siendo tan amigos riñáis por cosa vil y poca. Más os valiera estar en vuestra tierra, que tan lejos de aquí está, si hay allá tan sabia y polida gente como afirmáis, que no venir a reñir en la ajena, donde vivimos contentos los groseros y bárbaros hombres que llamáis. Mas empero, si tanta gana de oro tenéis, que desasoseguéis y aun matéis los que lo tienen, yo vos mostraré una tierra donde os hartéis dello.>> Maravilláronse los españoles de la buena plática y razones de aquel mozo indio, y más de la libertad con que habló. Preguntáronle aquellos tres españoles de Nicuesa, que sabían algo la lengua, cómo se llamaba la tierra que decía y cuánto estaba de allí. El respondió que Tumanamá, y que era lejos seis soles o jornadas; pero que habían menester más compañía para pasar unas sierras de caribes que estaban antes de llegar

a la otra mar. Como Balboa oyó la otra mar, abrazólo, agradeciéndole tales nuevas. Rogóle que se volviese cristiano, y llamóle don Carlos, como el príncipe de Castilla que fué después emperador don Carlos. Panquiaco fué siempre amigo de cristianos, y prometió ir con ellos a la mar del Sur bien acompañado de hombres de guerra, pero con tal que fuesen mil españoles, ca le parescía que sin menos no se podría vencer Tumanamá ni los otros reyezuelos. Dijo también que si dél no fiaban lo llevasen atado; y si verdad no fuese cuanto había dicho, que lo colgasen de un árbol; y ciertamente él contó verdad, ca por la vía que dijo se halló muy rica tierra y la mar del Sur (1), tan deseada de muchos descubridores; y Panquiaco fué quien primero dió noticia de aquella mar, aunque quieren algunos decir que diez años antes tuvo nueva de Cristóbal Colón, cuando estuvo en Puerto-Bello y cabo del Mármol, que agora dicen Nombre de Dios.

LXI

Guerras del golfo de Urabá, que hizo Vasco Núñez de Balboa.

Balboa se tornó al Darién lleno de grandísima esperanza que hallando la mar del Sur hallaría muy muchas perlas, piedras y oro. En lo cual pensaba hacer, como hizo, muy crecido servicio al rey, enriquescer a sí y a sus compañeros y cobrar un gran renombre. Comunicó su alegría con todos y dió a los vecinos la parte que les cupo, bien que menor que la de sus compañeros, y envió quince mil pesos al rey, de su quinto, con Valdivia, que ya era vuelto de Santo Domingo con alguna poca de vitualla, y la relación de

(1). Hoy Grande Océano u Océano Pacifico. (Nota D.)

Panquiaco para que su alteza le enviase mil hombres. Mas no llegó a España, ni aun a la Española, más de la fama, ca se perdió la carabela en las Viboras, islas de Jamaica, o en Cuba, cerca de cabo de Cruz, con la gente y con el oro del rey y de otros muchos. Ésta fué la primera gran pérdida de oro que hubo de TierraFirme. Padecía Balboa y los otros españoles del Darién grandísima necesidad de pan, porque un torbellino de agua se les llevó y anegó casi todo el maíz que tenían sembrado; y para proveer la villa de mantenimiento acordó costear el golfo, y por ver también cuán grande y rico era. Así que armó un bergantín y muchas barcas, en que llevó cien españoles, fué a un gran río, que nombró San Juan. Subió por él diez leguas, y halló muchas aldeas sin gente ni comida, ca el señor de allí, que llaman Dabaiba, huyera por el miedo que le puso Cemaco del Darién, el cual se acogió allá cuando lo venció Enciso. Buscó las casas, y topó con grandes montones de redes de pescar, mantas y ajuar de casa, y con muchos rimeros de flechas, arcos, dardos y otras armas, y con hasta siete mil pesos de oro en diversas piezas y joyas, con que se volvió, aunque mal contento por no traer pan. Tomóle tormenta, perdió una barca con gente y echó a la mar casi todo lo que traía, sino fué el oro. Vinieron mordidos de murciélagos enconados, que los hay en aquel río tan grandes como tórtolas. Rodrigo de Colmenares fué al mesmo tiempo por otro río más al levante con sesenta compañeros, y no halló sino cañafístola. Balboa se juntó con él, que sin maíz no podían pasar, y entrambos entraron por otro río, que llamaron Negro, cuyo señor se nombraba Abenamaquei, al cual prendieron con otros principales; y un español a quien él hiriera en la escaramuza le cortó un brazo después de preso, sin que nadie lo pudiese estorbar: cosa fea y no de español. Dejó allí Balboa la metad de los españoles, y con la otra metad fué a otro río de Abibeiba, donde halló

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