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de Méjico, hablando del trabajosísimo camino que hizo Cortés a las famosas Higueras. Es tierra fértil de mantenimientos y de mucha cera y miel. No tenían plata ni oro, teniendo riquísimas minas dél, ca no lo sacaban, ni creo que lo preciaban. Comen como en Méjico, visten como en Castilla de Oro (1), y participaban de las costumbres y religión de Nicaragua, que casi es la mesma mejicana. Son mentirosos, noveleros, haraganes; empero obedientes a sus amos y señor. Son muy lujuriosos, mas no casan comúnmente sino con una sola mujer, y los señores con las que quieren. El divorcio es fácil entre ellos. Eran grandes idólatras, y agora son todos cristianos, y es su obispo el licenciado Pedraza. Fué por gobernador a Honduras Diego López de Salceda, al cual mataron los suyos con yerbas en un pastel. Fué luego Vasco de Herrera, y arrastráronle después de haberlo muerto a puñaladas. Entró a gobernar Diego de Albítez, y diéronle yerbas en otro pastel. Como andaban tan revueltos, no poblaron, antes despoblaron y destruyeron pueblos y hombres. Gobernó tras éstos Andrés de Cereceda, y por su muerte, Francisco de Montejo, adelantado de Yucatán, el cual fué allá el año de 35 con ciento y setenta españoles entre soldados y marineros. Cercó luego el peñol de Cerquin, y ganóle en siete meses, con pérdida de muchos españoles, ca el peñol era fuerte y los indios animosos, los cuales ahorcaron a la vela porque se durmió en el mayor hervor del combate. Castigo fué de hombres de guerra. Tomó también por hambre el peñol de Jamala, ca les quemó quince mil hanegas de maíz Marquillos, negro. Pobló muchos lugares, y entre ellos a Cumayagua y a Sant Jorge, en el valle de Blanco, y reformó algunos otros, como fueron Trujillo

(1) Llamaron, en un principio, Castilla del Oro a Darién y más tarde (1513) el nombre se hizo extensivo a la costa septentrional de América del Sur, junto al Golfo de Maracaibo. (Nota D.)

y Sant Pedro, cerca del cual hay una laguna donde se mudan con el viento de una parte a otra los árboles con su tierra, o mejor diciendo las isletas con los árboles.

LVI

Veragua y Nombre de Dios.

Estaba Veragua en fama de rica tierra desde que la descubrió Cristóbal Colón el año de 2, y así pidió la gobernación y conquista della al Rey Católico Diego de Nicuesa, el cual armó en el puerto de la Beata de Santo Domingo siete naos y carabelas y dos bergantines, año de 8 (1). Embarcó más de setecientos y ochenta españoles, y para ir allá echó a Cartagena, de quien más noticia se tenía, por seguir la costa y no errar la navegación. Cuando allí llegó halló destrozados los compañeros de su amigo Alonso de Hojeda, que poco antes había ido a Urabá. Consolóle de la pena y tristeza que tenía por haberle muerto los indios a Juan de la Cosa y a otros setenta españoles en Caramairi, y concertaron entrambos de vengar aquella pérdida. Así, que fueron de noche por tomar descuidados los enemigos, adonde fuera la batalla. Cercaron una aldea de cien casas y pusiéronle fuego. Había dentro trecientos vecinos y muchas más mujeres y niños, de los cuales prendieron seis mochachos y

(1) En el año de 1508, el rey D. Fernando concedió a Hojeda (Alonso de) y a Diego de Nicuesa autorización para fundar colonias en Tierra Firme. Le fué concedida a Hojeda parte de la costa septentrional de América del Sur; desde el Cabo de Vela al Golfo de Urabá (Darién) – bajo el nombre de Nueva Andalucía-, y a Nicuesa, desde el Golfo de Urabá al oeste, hasta más allá del Cabo Gracias a Dios (Honduras) con el nombre de Castilla del Oro, hoy Istmo de Panamá y sus costas. (Nota D.)

mataron a hierro o a fuego casi todos los demás, que pocos pudieron huir; escarbaron la ceniza y hallaron algún oro que repartir. Con este castigo se partió Nicuesa para Veragua. Estuvo en Coiba con el señor Careta, y de allí se adelantó con los dos bergantines y una carabela. Mandó a los otros navíos que le siguiesen hasta Veragua. Esta prisa y apartamiento le sucedió mal, ca se pasó de largo, sin ver a Veragua, con la carabela. Lope de Olano, como iba en un bergantín por capitán, se llegó a tierra y preguntó por Veragua. Dijéronle que atrás quedaba. Volvió la proa, topó a Pedro de Umbría, que traía el otro bergantin, aconsejóse con él y fueron al río de Chagre, que llamaron de Lagartos, peces crocodilos, que comen hombres. Hallaron allí las naos de la flota, y todos juntos se fueron a Veragua, creyendo que Nicuesa estaría allá. Echaron áncoras a la boca del río, y Pedro de Umbría fué a buscar dónde salir a tierra con una barca y doce marineros. Andaba la mar alta, y perdióse con todos ellos, excepto uno, que por nadador escapó. Viendo esto, acordaron los capitanes de salir en los bergantines y no en las barcas. Sacaron luego a tierra caballos, tiros, armas, vino, bizcocho y todos los pertrechos de guerra y belezos que llevaban, y quebraron los navíos en la costa, para desafiuzar los hombres de partida, y eligen por su capitán y gobernador a Lope de Olano hasta que viniese Nicuesa. Olano hizo luego una carabela de la madera de las quebradas o carcomidas, para si le ocurriesen algunas necesidades. Comenzó un castillo a la ribera del río Veragua. Corrió buen pedazo de tierra, y sembró maíz, y trigo también, con propósito de poblar y permanecer allí, si Diego de Nicuesa quisiese o no pareciese. Entendiendo en estas cosas y en haber noticia de la tierra y su riqueza, con inteligencias de indios naturales, llegaron tres españoles con el esquife de la carabela de Nicuesa, que le dijeron cómo el gobernador

quedaba en Zorobaro sin carabela, que con mal tiempo se perdió, porfiando siempre ir adelante por tierra sin camino, sin gente, llena de montes y ciénagas, comiendo tres meses raíces, yerbas y hojas, y cuando mucho frutas, y bebiendo agua no todas veces buena, y que ellos se habían venido sin su licencia. Olano envió luego allá un bergantín con aquellos mesmos tres hombres para sacar de peligro a Nicuesa y traerle al ejército y río de su gobernación. Diego de Nicuesa holgó con el bergantín como con la vida, embarcóse y vino; en llegando echó preso a Lope de Olano, en pago de la buena obra que le hizo, culpándole de traición por haber usurpado aquel oficio y preeminencia, por haber quebrado las naos y porque no le había ido antes a buscar. Mostró enojo de otros muchos y de lo que todos hicieron, y dende a pocos días pregonó su partida. Rogáronle todos que se detuviese hasta coger lo sembrado, pues no se tardaría a secar, ca en cuatro meses sazona. El dijo que más valía perder el pan que no la vida, y que no quería estar en tan mala tierra. Creo que lo hizo por quitar aquella gloria al Lope de Olano. Así, que se partió de Veragua con los españoles que cupieron en los bergantines y carabela nueva y fué a Puerto-Bello, que por su bondad le dió tal nombre Colón, y como todos acabaron de llegar, tentó la tierra, buscando pan y oro. Matáronle veinte compañeros los indios con saetas de yerba. Dejó allí los medios españoles, y con los otros medios fué al cabo del Mármol, donde hizo una fortalecilla para repararse de los indios flecheros, que llamó Nombre de Dios (1), y este fué su principio de aquel tan famoso pueblo. Mas con el trabajo de la obra y camino, y con la hambre y escaramuzas, no le quedaron cien españoles, de setecientos y ochenta que llevó. Venido, pues, a tanta disminución Nicuesa y su ejér

(1) Cerca del actual Aspinwall. (Nota D.)

cito, le llamaron los soldados de Alonso de Hojeda para que los gobernase en Urabá, ca en ausencia de Hojeda traían bandos sobre mandar Vasco Núñez de Balboa y Martín Fernández de Enciso. Nicuesa dió las gracias que tales nuevas merecían a Rodrigo Enriquez de Colmenares, que vino por él en una carabela y un bergantín, no sin muchas lágrimas y quejas de su desaventura; y sin más pensar en ello se fué con él y llevó sesenta españoles en un bergantín que tenía. En el camino, olvidado de su mal consejo y ventura pasada, comenzó a hablar demasiado contra los que le llamaban por capitán general, diciendo que había de castigar a unos, quitar los oficios a otros y tomar a todos el oro, pues no lo podían tener sin voluntad de Hojeda o suya, que tenían del rey título de gobernadores. Oyéronlo algunos que les tocaba de la compañía de Colmenares y dijéronlo en Urabá. Enciso (1), que tenía la parte de Hojeda como su alcalde mayor, y Balboa mudaron de propósito y temieron oyendo semejantes cosas; y no solamente no le recibieron, empero injuriȧronle y amenazáronle reciamente, y aun, a lo que algunos dicen, no lo dejaron desembarcar. No plugo desto a muchos de Urabá, hombres de bien; mas no pudieron hacer al, temiendo la apresurada furia del concejo, que Balboa indignaba. Así que Nicuesa se hubo de tornar con sus sesenta compañe

(1) Antes que, herido y desesperanzado, llegase Hojeda a la Española, salió con rumbo a Tierra Firme el bachiller Martín Fernández de Enciso, asociado del primero. En esta expedición, y estando en alta mar, salió de un barril el extremeño Vasco Núñez de Balboa, apodado el esgrimidor, futuro descubridor del Grande Océano, que, procesado por deudas en Santo Domingo, había así huído de sus acreedores. Juntos desembarcaron Enciso y Balboa en Cartagena, en donde hallaron a Francisco Pizarro al frente de las hambrientas gentes de Hojeda. Se sumaron a Enciso e hicieron rumbo a Urabá. Conocedor Balboa de la costa, por haberla recorrido anteriormente con Bastidas, llevó el rumbo y fundaron a la villa de Santa Maria del Darién. (Nota D.)

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