Imágenes de página
PDF
ePub

bio (1), en que se mostró tan entendido Alfonso XI (2),

y á que fueron tan aficionados despues Juan II, y Enrique IV, de un entretenimiento privado y montaraz vino á ser una diversion cortesana. Estendido su uso y 'mejorada su forma, ya los Reyes y grandes no sa, lian solos y en privado á correr monte, sino en públi, co con grande aparato y comitiva, y bizarramente vestidos y armados al propósito. Seguíales gran número de monteros, ballesteros y halconeros con muchedumbre de perros y neblies: aquellos adornados con galanas libreas, y estos con ricos collares y capirotes. No resonaba solo en los montes como otro tiempo el áspero son del cuerno, sino que los llenaba la fiera armonía de atabales, bocinas y trompetas. Ni ya cazaban solo los caballeros y escuderos, que tambien nuestras gallardas matronas concurriendo á la diversion, la hacian mas agradable y brillante. Seguidas de sus dueñas y doncellas, y bien montadas y ataviadas, penetraban por la espesura, y gozaban del fiero espectáculo sin miedo ni melindre. Lo comun era que observasen desde andamios alzados al propósito, las suertes y lances de la caza, sin fuese raro ver á las mas varoniles y arriscadas bajar de sus catafalcos á lanzar los

que

(1) Es muy notable acerca de esto la ley 20, tit. 5, de la Part.

2 y muy digna de la sabiduría de su Legislador. Véase.

"

(2) El libro de montería atribuido á este Principe, y publica, do por Gonzalo Argote de Molina, dará á quien la desee mas ámplia idea de la antigua caza de monte; y aun el que quiera saber sti forma y aparato, los hallará en las curiosas iluminaciones del: antiguo manuscrito que conserva la Cartuja de S la Cartuja de Santa María de las Cuevas de Sevilla. Bien copiadas y grabadas servirian asi á la hisde nuestros usos, como à la de nuestras artès.

[ocr errors]
[ocr errors]
[ocr errors]

halcones, ó tal vez á mezclarse con su venablo en mano entre los cazadores y las fieras. ¡Tanto podia la educacion sobre las costumbres! ¡Y tanto pudiera todavía si encaminada á mas altos fines, tratase de igualar los dos sexos, disipando tantas ridículas y dañosas diferencias como hoy los dividen y desigualan!

[ocr errors]

Estas monterías, que por aparatosas y caras estaban de suyo reservadas á los poderosos, se hicieron al fin esclusivas para su clase, cuando la legislacion ampliando los derechos señoriles, colocó entre ellos el dominio de los montes bravos, y la facultad esclusiva de perseguir las fieras. No era empero tan fácil llevar esta dominacion hasta los aires y las aves del cielo, y por eso la caza de cetrería hubo de quedar entre los derechos comunales, y servir al recreo de todos. Tener un halcon y doctrinarle á lanzarse sobre las tímidas aves, y traerlas á la mano, no requeria mas que ingénio y paciencia, y era dado al mas infeliz so. lariego. Asi fué como esta diversion se hizo general y ordinaria (1); como se perfeccionó mas y mas cada dia, y como al fin formó aquel arte admirable (2) en

(1) Nada prueba mejor cuán comun se hizo entre nosotros este entretenimiento, que el cuidado con que se distinguian las aves de presa segun sus diferentes especies y familias. Ademas de los particulares nombres de alcolán, alfáneque, azor, borny, ferre, gavilan, gerifalte, halcon, neblí, sacre etc., pueden verse en nuestro diccionario, bajo la palabra halcon, las muchas acepciones con que se scñalaban la edad, doctrina, hábitos é inclinaciones de estas aves. (2) El Arte de cetrería. Esta obra es del célebre Canciller de Castilla D. Pedro Lopez de Ayala, y tiene por título: De la caza de las aves, é de sus plumages, é dolencias, é melesinamientos, Está dedicada á D. Gonzalo de Mena, Obispo de Burgos, y aun se conserva en manuscrito.

que brillaba tanto el ingenio de los hombres, como el rapaz instinto de las aves amaestradas por él.

La memoria de una y otra cacería continúa constantemente por nuestras crónicas hasta dar en los siglos cultos. En el xv estaban aun entrambas en toda su fuerza; pero vínoles al fin su hado, y cayeron entrambas en olvido, cuando de una parte la estension del cultivo y los reglamentos de montes acabaron con los bosques y las fieras; y de otra, cuando la perfeccion de las armas de fuego hizo tan inútiles los alanos y los halcones, como las ballestas y catapultas.

[ocr errors][merged small]

Pero el valor de nuestros antiguos caballeros, no contento con ejercitarse en los montes, buscó en los poblados y ciudades una escena de lucimiento mas pública y solemne, y' la halló en las justas y torneos, Bofordar, alanzar y romper tablados, era diversion muy de antes conocida, y aun del torneo se halla memoria en las leyes Alfonsinas, no solo como una evolucion de táctica en la guerra, sino como un pasatiempo en la paz. Mas como estas leyes no nombren las justas y torneos entre los juegos públicos, á que debian concurrir los prelados, de creer es que hubiesen tardado algun tiempo en recibir la forma y el concepto de espectáculos.

Éranlo ya sin duda bajo de Alfonso XI, de quien dice su Crónica: que aunque en algun tiempo estidiese sin guerra, siempre cataba en como se trabajase en of cio de caballería, faciendo torneos, et poniendo tablas

[ocr errors]

redondas, et justando. Acaso en esto no menos parte que el gusto tuvo la política de aquel Monarca, que siempre pugnó por volver los nobles al gusto y ejercicio de las armas. Las turbulencias de las dos últimas tutorías habian corrompido sus ánimos, y convirtiendo el espíritu militar en espíritu de intriga y de partido, los habian dividido y hécholos mas que fieles y guer reros faccionarios y revoltosos. Para unirlos para elevar sus ánimos, fundó el Rey la orden de caballería de la banda, en la cual a las fórmulas monacales que se introdujeron en los institutos de las otras, sustituyó las del amor y cortesanía, mezclando y templando los preceptos militares con los de la galantería. Esta institucion y las solemnes coronaciones que el mismo Príncipe y su nieto Juan I celebrarón en Burgos, donde en medio del mas brillante aparato, y de una prodigiosa concurrencia fueron armados tantos caballeros. naturales y estrangeros, fueron lidiadas tantas justas y torneos, y fueron admirados tantos combites y fies... tas y alegrías, acabaron de fijar y refipar el gusto ca balleresco..

Desde entonces los torneos fueron la primera diversion de las córtes y ciudades populosas, y con ellos se celebraron las ocasiones mas señaladas de regocijo público: coronaciones y casamientos de Reyes, bautismos, juras y bodas de Príncipes, conquistas, paces y alianzas, recibimientos de embajadores y personages de gran valía, y aun otros sucesos de menor monta, ofrecian á la nobleza, siempre propensa á lucir y ostentar su bizarría, frecuentes motivos de repetirlos. Con el tiempo se solemnizaron tambien con torneos

[ocr errors]

las fiestas eclesiásticas (1), y al fin llegaron a celebrarse por mero pasatiempo; pues de una de estas fiestas dispuestas en Valladolid por el condestable D. Alvaro de Luna, en que justó de aventurero Juan el II, dá noticia muy individual la Crónica de aquel infeliz valido (cap, 52).

Creciendo la aficion á este regocijo, crecieron tambien su pompa y el número de combatientes presentados á él. Hubo torneo de quince á quince, de treinta á treinta, de cincuenta á cincuenta, y aun de ciento á ciento que tantos caballeros lidiaron en las fiestas con que fué celebrada en Zaragoza la coronacion del buen Infante de Antequera.

on Lidiábase en los torneos á pie y á caballo, con lan. za ó con espada (2), en liza ó en campo abierto, y con variedad de armaduras y de formas. La justa era de ordinario una parte del espectáculo, á veces separada, y siempre mas frecuente, como que necesitaba de menor aparato y número de combatientes. Distingufase del torneo en que este figuraba una lid en torno de muchos con muchos, y aquella una lid de encuentro de hombre á hombre. Y otro tanto se puede decir de los juegos de caña y sortija, porque estas diversiones juntas ó separadas admitian un mismo ceremonial, y

[blocks in formation]

(1) Cuando mandaba facer muy honradas fiestas, é procesiones, mandaba facer justas, é torneos, é juegos de cañas, é daba armas, é caballos é ricas ropas, é guarniciones á aquellos que estas cosas habian de facer. Cron. de D. Enrique III, part. 1, cap. 11. (2) D. Pedro el Cruel fué lierido en la mano derecha de una punta de espada en un torneo que celebró en Torrijos én '1353. Véase su Crónica.

[ocr errors]

1

en

« AnteriorContinuar »