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por los Prelados españoles.-Varios Breves obtenidos del Papa por D. Pedro Labrador.-Fallecimiento de Pío VI en la ciudad de Valencia del Delfinado.-Mérito de este Pontífice.-Decreto del Rey Carlos IV sobre las dispensas matrimoniales en la vacante de la Silla pontificia.-Del Canónigo Espiga.-La Inquisición le forma causa como jansenista.—Sentido de esta voz.Jesuitas.-Guerra entre ambos partidos.-El Ministro Urquijo se propone defender los derechos del Episcopado contra la pretensión de la Curia romana.-Oposición de la Francia á reconocer la elección del Cónclave reunido en Venecia.-España declara su resolución de reconocer por Papa al que fuese elegido por el Conclave.-El Cardenal Chiaramonti es nombrado Papa y toma el nombre de Pío VII.—Carta pastoral de Imola. -Cooperación de las fuerzas marítimas del Rey de España con las escuadras de la República.-Una división de cinco navíos sale del Ferrol para Brest al mando del Teniente General de la Real Armada, Melgarejo, con tropas de desembarco.-La escuadra de Cádiz se mantiene en el puerto para llamar la atención de los buques ingleses y facilitar así la salida de la expedición que llevaba á Bonaparte á Egipto.-El Almirante Bruix se hace á la vela con su escuadra de Brest.—Mazarredo parte de Cádiz para Cartagena, y allí se le reúne el Almirante francés. Proyectos de los Comandantes de las escuadras.—Arribo de las dos armadas á Cádiz.-Ordenes de los Gobiernos francés y español para que las escuadras vayan á Brest.-Llegada á este puerto. La división naval al mando de Melgarejo regresa al Ferrol.

Mal estado de nuestra Hacienda.

Nuestra alianza nos empobrecía cada vez más. Por el mantenimiento de fuerzas navales tan considerables para la guerra contra la Gran Bretaña, el Erario se hallaba sin medios de hacer frente á sus urgentes atenciones. Interrumpidas las comunicaciones con

los dominios de América, no era posible recibir de allí caudales. El comercio estaba entorpecido y la administración interior no daba los recursos necesarios. La Corte seguía gastando á placer y viviendo en su manera acostumbrada. Abiertas estaban siempre las arcas reales para el pago de las cantidades que pedía, sin que hubiese coto en sus gastos ni asignación ninguna que señalase las cantidades que hubiere de percibir. Bastaba una orden del Rey, sin previo examen de utilidad ni otras formalidades que asegurasen la legalidad, para pedir á la Tesorería las cantidades de que el Real Palacio tenía necesidad. A este mal, ya muy pernicioso, se añadía el desorden general en la administración de las rentas públicas, el mal método de contribuciones y los vicios de su cobro. En tal estado, ¿cómo podría hacerse frente á los armamentos maritimos ni tener prontas las escuadras? No obstante, era menester someterse á la voluntad de los imperiosos aliados, á trueque de no oir sus reconvenciones, ó por mejor decir, sus amenazas.

Las rentas ordinarias del Estado ascendían cada año á 500 millones de reales, poco más ó menos. A ellas se añadían de 100 á 120 millones que entraban en las arcas reales procedentes de las posesiones de América. Evaluando ambas rentas, así de la Península como de Indias, en la suma de 600 millones, se estaba muy lejos de poder cubrir con ella los enormes gastos que causaba la guerra. En el año de 1798 el déficit fué de 800 millones, según los cálculos más bajos. Tal fué el parecer de la Junta que el Ministro de Hacienda Saavedra creó en aquel año, para que examinase, así el estado de la Hacienda pública, como los medios que el Gobierno tenía por convenientes para cubrir los gastos extraordinarios indispensables,

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ó propusiese otros que fuesen más conducentes para el expresado objeto. Vamos á hablar al punto de los trabajos de esta Junta. Otros pretenden que el alcance anual contra el Erario era mucho mayor, pues hacen subir los gastos de dicho año á 2.198.355.357 reales de vellón. En el año inmediato de 1799 ascendieron todavía, según estos mismos, á 2.210.381.337 reales de vellón. Los que afirman que estas cantidades son ciertas, no presentan ni los documentos que las comprueben ni el empleo circunstanciado de ellas por el Gobierno. Así, no hay razón para tener sus evaluaciones por verdaderas y exactas; pero sin recurrir á sus asertos ni admitir sus cálculos, es indudable que los gastos excedían en mucho á los productos. En el año de 1799 los gastos hechos por cada uno de los Ministerios fueron los siguientes:

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El producto líquido de las rentas, habiendo sido en aquel año de 493.884.418 reales 15 maravedís, resulta un déficit de 1.329.659.650 reales 1 maravedí (1), y aunque al total de las rentas de la Península se añadan 120 millones procedentes de los Estados de Amé

(1) Historia de la guerra de España contra Napoleón Bonaparte, tomo I; Introducción, pàg. 123.

rica, en que se estimaban aquéllos anualmente por cálculo aproximado, resultará siempre un alcance de más de 1.200 millones contra el Tesoro público en el año expresado, suma enorme que no podía menos de causar la ruína del reino, sobre todo si el descubierto continuaba siendo tan considerable en los años siguientes.

Creación de la Junta de Hacienda.

Esta desproporción entre las rentas reales y los gastos del reino llamó la atención del Ministro de Hacienda, D. Francisco Saavedra, y por su Secretaría se transmitió Real orden con fecha de 4 de Mayo de 1798 para la información de una Junta que, hecha cargo de la situación del Erario y teniendo á la vista los trabajos que existían en la Secretaría del ramo de los tiempos de los anteriores Ministros, D. Diego Gardoqui y D. Pedro Varela, meditase y propusiese las medidas convenientes para atender à la defensa de la Monarquía y á su conservación y decoro. Los Vocales de la Junta fueron:

El Marqués de Iranda, del Consejo de Estado.

El Conde de Cabarrús, del idem id.

D. Felipe Canga Argüelles, del Consejo Real de Castilla.

D. Miguel Cayetano Soler, del idem id.

D. Felipe González Vallejo, Tesorero general.

D. Manuel Sixto Espinosa, Director de la Caja de Amortización.

D. Martín de Huici, Director de la Compañía de Filipinas.

D. Ramón Angulo, Director de los Cinco gremios.

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Medidas propuestas por la Junta de Hacienda.

Se encargó á la Junta que procediese con suma actividad y con la reserva más inviolable. Con efecto: habiendo celebrado varias sesiones sin pérdida de tiempo, acordó pasar al Gobierno su informe, cuya redacción fué encargada al Conde de Cabarrús. Reconocida la insuficiencia de los recursos ordinarios y teniendo por sumamente urgente proporcionar al Rey medios de cumplir los Tratados con Francia y de sostener dignamente la guerra contra la Gran Bretaña, la Junta entraba á proponer las providencias que tenía por más oportunas. No fué de parecer de abrir un nuevo préstamo patriótico, como insinuaba el Gobierno, por la razón perentoria de hallarse abiertos otros con condiciones más ventajosas sin haberse llenado, y porque no habiendo de causar réditos, ni debiendo ser reembolsado sino al cabo de un número muy considerable de años, semejante préstamo sería mirado como un donativo. No se debe olvidar, decía la Junta, que no llegaron á 140 millones los que produjo en la última guerra con Francia un entusiasmo que todo concurría á excitar y nutrir y que ya no existe. Sin excluir, pues, los donativos que quisiesen hacer al Rey los corazones animados de ardiente patriotismo, parecía á la Junta que era necesario recurrir á una contribución que proporcionase medios eficaces de cubrir las obligaciones del Estado.

«Sí, señor, decía el informe. La Junta se hace cargo de la repugnancia de V. M. á establecer contribuciones, y conoce plenamente cuán desagradable es el ministerio que ejerce en este instante; pero prevé tam

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