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brar y destruir el Imperio de la media luna, había enviado desde Malta á su Ayudante de campo (Lavalette), á Alí, Bajá de Janina de Albania y del Egipto, rebelde al Gran Señor, con encargo de ver á este caudillo, animándole á hacerle independiente y proponiéndole que firmase un Tratado de alianza con la República francesa, por el cual se le permitiría que se hiciese dueño de la Macedonia. Lavalette debía pedirle también que apoyase el alzamiento de Grecia contra la Puerta. «Le diréis (instrucción de Bonaparte á Lavalette) que acabo de apoderarme de Malta, y que teniendo á mis órdenes 30 navíos y 50.000 hombres, deseo saber si puedo contar con él para el objeto que traigo entre manos; que sería muy conveniente que me enviase á bordo de vuestra fragata una persona de su confianza, y, por último, que yo puedo acrecentar mucho su poder y su gloria.» Tal era la lealtad de los franceses con la Puerta Otomana. A la imaginación poética del Capitán hasta allí tan afortunado, nada le encendía ni exaltaba tanto como el pensamiento de destruir el Imperio de los osmanlis, y la esperanza de plantear sus extraordinarias é impracticables utopias en aquellas regiones del Oriente.

Los buques de la marina turca comienzan las hostilidades contra los franceses.

A vista de la agresión de Bonaparte, los buques de la marina turca comenzaron también las hostilidades contra la Francia. Un bergantín que Bonaparte expidió á Tolón, fué apresado por los turcos en las aguas de Rodas. El Gobernador de esta isla mandó embargar otra embarcación francesa, que apostó allí: por ella se

supo el desastre de Aboukekir, noticia que acabó de determinar á la Puerta. Al punto, contrató el Sultán con la Rusia que pudiesen pasar dos navíos y tropas, desde el mar Negro al mar Mediterráneo, para acometer á Malta y á Corfú. Se puso también de acuerdo con Inglaterra, y consintió en que ocupase exclusivamente los puertos del Gran Señor, con el fin de que cortase toda comunicación entre el Egipto y la Italia. El Gran Visir y el Mupti, á quienes se culpaba de parcialidad y de afecto á los franceses, fueron depuestos el 29 de Agosto y el 2 de Septiembre de 1798. La Puerta dió ya orden para admitir en Constantinopla á la escuadra rusa del mar Negro, y declaró solemnemente la guerra á la República francesa. «El Gobierno actual de Francia, decía el manifiesto, mostrando profundo olvido del derecho de gentes, adopta como principio acometer á todas las Potencias amigas y enemigas indistintamente, y sembrar por todas partes la confusión y el desorden, ya por las armas, ya por medio de la sedición. En virtud de este principio, había preparado con secreto el modo de trastornar el Egipto, provincia la más preciosa entre todas las de este vasto Imperio, y que es la entrada de las dos santas ciudades de Meca y Medina. En vano se le hizo saber de oficio y con anticipación que si emprendía tal proyecto, habría sin remedio una guerra sangrienta entre todos los pueblos musulmanes y la Francia. Persistiendo en su perverso designio ha acometido á Egipto, y según su costumbre de provocar toda suerte de desórdenes, no ha perdonado medio ninguno para conseguir su objeto. En consecuencia, la Sublime Puerta no puede menos de repeler la fuerza con la fuerza, como lo tenía formalmente declarado al Directorio.» El Ministro francés Ruffin fué llevado al castillo de las Siete To

rres con los demás individuos de la Legación, si bien el Gobierno turco prometió que los pondría en libertad cuando supiese que lo estaba también el Embajador turco en París. Los bienes de los franceses residentes en el Imperio otomano fueron secuestrados; y como llegasen á Turquía embarcaciones procedentes de los puertos de Provenza con ricos cargamentos, se creyó que el importe de los bienes secuestrados dehió subir á algunos millones de pesos, por más que muchos franceses, obrando con previsión, hubiesen puesto en salvo la mitad de sus fortunas. El número de franceses arrestados en el Imperio otomano fué de 2.000.

Llegada de una escuadra moscovita á Rudjakdere.

El día 5 de Septiembre entró en el fondeadero de Rudjakdere la escuadra moscovita, al mando del Teniente General Uchacoff: se componía de cinco navíos, dos fragatas de 36 y de dos bergantines. El Almirante, que estaba en el mar Negro, había tenido orden de acercarse al Canal y de recibir instrucciones del Ministro ruso en Constantinopla, el cual logró del Diván, á favor de las circunstancias, que la escuadra fuese admitida en el puerto de aquella capital. El Gran Señor, satisfecho de esta prueba de amistad de la Rusia, regaló una caja magnífica, guarnecida de diamantes, al Comandante ruso. Los ingleses eran también muy festejados. No solamente hizo el Sultán expresión al Ministro inglés, sino que quitando él mismo de su turbante una rica presea, pidió que se la enviase al Almirante Nelson, en testimonio de su viva satisfacción por el insigne triunfo que había conseguido en Aboukekir sobre los franceses.

Bouligny trabajó incesantemente por inclinar á los turcos á la paz con Francia, aunque en vano.

Otra de las determinaciones de la Puerta fué dar orden al Ministro de la República batava, aliada de la Francia, para que saliese de los dominios del Gran Señor, siendo muy de notar que al mismo tiempo que rompía abiertamente con la Holanda, sin otro motivo más que su amistad con los franceses, mantuviese relaciones amistosas con el Rey de España y tratase con cordialidad y plena confianza á D. José Bouligny, su Ministro en aquella Corte. Por la estimación de que gozó el Ministro español, pudo éste hacer continuos y señalados servicios á la República francesa en Constantinopla, intercediendo para todo con la Puerta. Por más de un año Bouligny cuidó de los franceses arrestados en Turquía, suministrándoles los socorros que les enviaba el Gobierno de la República. Por medio del Embajador del Rey de España en París y del Ministro residente en Constantinopla, se trató y ejecutó el canje de las Legaciones. Azara transmitió al Embajador turco cerca de la República la orden en que se le autorizaba para que partiese de Francia, en cuya virtud el Ministro Ruffin se trasladó al territorio francés. Bouligny y Azara obraron también de consuno, aunque en vano, para ver de inclinar á los turcos á la paz con Francia, separándoles de los ingleses, y más particularmente de los rusos, á quienes los musulmanes tenían poco afecto. Por estos pasos dados amistosamente con la Puerta, excitaron un vivo resentimiento de parte de los rusos, y al cabo de no muy trabajosas negociaciones, el Gobierno turco, no pu

diendo resistir por más tiempo al terco empeño de sus nuevos é imperiosos aliados, dió orden á Bouligny en 1799 para que saliese de sus dominios, como se verá.

Al mismo tiempo que llegaban á París los avisos del resentimiento de la Puerta Otomana y de su intención de romper abiertamente la guerra contra Francia, D. José Nicolás de Azara supo también por despachos del Conde del Campo de Alanje, Embajador del Rey en Viena, que el Emperador Francisco se hallaba muy propenso, por no decir enteramente resuelto, á unirse con la Rusia, la Turquía y la Inglaterra, contra la República. Azara creyó que convenía dar parte de estas noticias al Directorio, sin pérdida de tiempo; mas aunque expuso á los Directores sus fundados recelos de que la Francia padeciese reveses, consta por la relación de su conferencia que el Gobierno francés vivía aún con suma confianza, ó por mejor decir, en la más absoluta seguridad.

Azara tiene una explicación importante con los Directores.

«Cuando llegué, dice Azara, estaban los Directores en sesión, y habiéndoles prevenido el Ministro de mi llegada, les informó de todo para que viesen que la Corte de Viena estaba resuelta á la guerra, su determinación de no dar oídos á mediaciones (el Conde de Campo de Alanje había propuesto mediar en nombre del Rey y el Ministro Thugut lo había rehusado) y los medios que le suministraba la Rusia y el fuego que soplaba Nápoles, sin que fuera posible contar de parte de la Prusia más que con una neutralidad inútil é interesada. Dijo también que los turcos iban á declararse á instigación de los ingleses y rusos, pues habían

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