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seer por entonces en la ejecución de todos los demás proyectos. El hecho fué el siguiente:

El General Bernardotte, militar que era tenido en concepto de capaz é inteligente, no había podido avenirse con el General Bonaparte; y como éste tuviese entonces el mayor influjo en la dirección de la guerra, Bernardotte quiso retirarse del servicio. Mas el Directorio, que le apreciaba por su espíritu democrático, le envió á Viena como Embajador de la República, y le dió el encargo de lograr que el Barón de Thugut, gran partidario de la guerra, notoriamente desafecto á la República, fuese separado del Gabinete y tuviese, por sucesor en él al Conde de Cobentzel, unido amistosamente con Bonaparte. Cobentzel quería el mantenimiento de la paz entre ambas naciones. El nuevo Embajador no perdió instante en dar cumplimiento á su encargo; mas como para conseguir lo que se le mandaba se necesitase el concurso de la Emperatriz, y esta Princesa acabase de dar á luz, á pocos días de la llegada de Bernardotte, una Archiduquesa, hubo de retardarse la ejecución de los planes del Enviado francés. Cuando la Emperatriz se halló ya completamente restablecida de su alumbramiento, Bernardolte tuvo una audiencia el día 8 de Abril: en ella aseguró á esta Soberana, por orden expresa del Directorio, que viviese sin ningún cuidado por Nápoles. Fué muy grata á la Emperatriz la atención del Directorio, y aprovechándose el Embajador de la buena voluntad que mostraba, hizo llegar á sus manos al día siguiente una Memoria en que exponía cuán contraria era la política del Barón de Thugut á la armonía que reinaba entre Francia y Austria. Parece verosímil que la Emperatriz entregase la Memoria al Emperador; lo cierto es que este Monarca se puso de acuerdo con

En consecuencia, el ente, y el Conde de C , se puso á la cabeza asque Bernardotte pr Sintenciones del Dire

que algunos Oficial Viena no llevaban 1 dentro del Palacio Lo era esto de ex'ra parencias que Bernar austriaco, tanto des en como en otras épo bal Embajador Be an General que h celo bajo el estan hacer respetar és' ese en su Palacio e Pato lo hubiese hecho Real amonestación, y i fué à encargar u almente debía celeb Viena, en conme von que la juventu en el año anterio la deseaban, y el s. El Embajador os y reconvencio presente que la fiest these; pero el M era posible nega dejar de conserv Say del Soberano; & esto que la fiesta sa parte. La fi

Thugut. En consecuencia, el Ministro hizo una retirada aparente, y el Conde de Cobentzel, que se hallaba en Rastadt, se puso á la cabeza del Gabinete.

Mientras que Bernardotte procuraba cumplir los encargos é intenciones del Directorio, los diarios de París dijeron que algunos Oficiales agregados á la Embajada de Viena no llevaban la escarapela de tres colores sino dentro del Palacio de la Legación. Añadían que no era esto de extrañar para quien supiese las complacencias que Bernardotte había tenido con el Gabinete austriaco, tanto después de los preliminares de Leoben como en otras épocas anteriores. El Directorio escribió al Embajador y le dijo que no era de creer que un General que había servido á su patria con tanto celo bajo el estandarte de los tres colores, dejase de hacer respetar éstos, y que así le mandaba que pusiese en su Palacio el estandarte nacional, si es que ya no lo hubiese hecho. Bernardotte sintió vivamente tal amonestación, y al punto el Secretario de la Legación fué á encargar una bandera de tres colores.

Cabalmente debía celebrarse en aquellos días una fiesta en Viena, en conmemoración del ardoroso entusiasmo con que la juventud de la capital se había presentado en el año anterior á defender la patria. Los jóvenes la deseaban, y el Emperador quería deferir á sus deseos. El Embajador francés, enardecido con los despachos y reconvenciones que acababa de recibir, hizo presente que la fiesta era inoportuna y pidió que no la hubiese; pero el Ministerio austriaco respondió que no era posible negarse á los deseos de la juventud, ni dejar de conservar en el pueblo el amor de la patria y del Soberano; á lo cual contestó Bernardotte que puesto que la fiesta se había de verificar, él daría otra por su parte. La fiesta fué el 13 de Abril, y en

aquel mismo día el Embajador, por una especie de represalia, dió un convite á sus amigos. Con tal motivo hizo fijar en la fachada de su casa el estandarte de tres colores, con estas palabras: Libertad, igualdad. El pueblo se agolpó al punto delante del Palacio de la Embajada, y poco á poco, á pesar de algún que otro destacamento que quiso mantener el orden, se fué formando un tumulto espantoso. Ofició Bernardotte al Barón de Thugut quejándose del atropellamiento; pero durante algunas horas el desorden fué creciendo y el pueblo penetró en casa del Embajador: destruyó algunos muebles y se apoderó de la bandera de tres colores, que quemó en una plaza cercana, hasta que, por último, la llegada de algunos regimientos puso fin á tales excesos. Bernardotte, con los empleados de su Legación, salió de Viena al día siguiente.

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Túvose en París la noticia de oficio de las ocurrencias sobrevenidas en la capital del Austria por un correo que despachó el Conde del Campo de Alange, Embajador del Rey Carlos IV en Viena, el cual llevó las notas comunicadas por Bernardotte al Gobierno imperial. El primer movimiento del Directorio fué preparar un mensaje á los Consejos de los Ancianos y de los Quinientos, anunciando la declaración de guerra al Austria; pero queriendo contar con el apoyo de Bonaparte, le comunicó su resolucion: éste la desaprobó altamente. Después de censurar el nombramiento de Bernardotte para aquella Embajada, por ser su carácter ardiente en demasía, dijo que la culpa era suya en lo que había sucedido. Declarar guerra al Austria, añadía, era trabajar por la Inglaterra. Suponer que el Emperador hubiese insultado al Embajador teniendo intención de declarar la guerra á la República, era conocer mal la política de la Casa de Austria, porque,

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al contrario, le hubieran hecho muchas fiestas, inspirándole confianza para adelantar entre tanto las tropas hacia las fronteras. No era, pues, dudoso que daría satisfacción. ¿Por qué dejarse arrastrar de este modo por cualquier acontecimiento? Eso venía á ser lo mismo que no tener ningún sistema político. Concluyó declarando que su deseo era servir al Gobierno, y que, por tanto, suspendería su partida para Tolón hasta no haber tenido noticias más satisfactorias de Viena. El Directorio, en aquella situación apurada, acordó conferirle los poderes más ilimitados, y se confió en sus disposiciones.

El General en Jefe del ejército expedicionario mandó al punto á los Comandantes de las divisiones de tropas que se habían acercado á Génova y á Civitavechia que, si se habían embarcado ya, las desembarcasen, y que en todo caso estuviesen prontas para los movimientos que se les ordenasen, si la guerra comenzaba entre la República y el Emperador. Sin pérdida de tiempo escribió también por su expreso al Conde de Cobentzel, á quien creía aún en Rastadt, y le decía que partiría muy en breve para aquella ciudad, á fin de entenderse con él acerca de los medios de allanar cualquier obstáculo que pudiese oponerse al mantenimiento de la paz de Campoformio. Entre tanto llegó el correo de la Corte de Viena con un despacho, escrito á nombre del Emperador, y en él se aseguraba que este Monarca había tenido la mayor pesadumbre con el alboroto de la capital, y que deseaba cumplir lo acordado en Campoformio sin restricción ninguna. Por más acalorados que estuviesen los ánimos de los Directores, no pudieron menos de aquietarse á vista de esta declaración. El Directorio no tuvo noticia de la carta de Bonaparte á Cobentzel sino por el Minis

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Seratos hacian stancia que daba

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tro Talleyrand, y al saberlo no dudó de que el Gene-
ral tenía miras secretas y quería apoderarse del man-
do, lo cual se confirmaba más con las dudas que Bo-
naparte manifestaba sobre las ventajas de la expedi-
ción en las circunstancias en que estaba la Francia.
El Directorio resolvió, pues, que Bonaparte partiese
sin dilación para activar la salida de la expedición.
Con este motivo Bonaparte se presentó al Directorio
y hubo una sesión muy acalorada, en la que el Gene-
ral hizo la amenaza de dejar el mando. Se cuenta que
entonces el Director Rewbell, presentándole una pluma
con mucho sosiego, le dijo: «General, si queréis retira-
ros del servicio, la República perderá, sin duda alguna,
un Jefe bizarro é inteligente; pero aún le quedan hijos
que no la abandonarán.» Bonaparte vió por estas pa-
labras que la breva no estaba madura y que era pre-
ciso partir. El Directorio puso tanto empeño en que
la partida se verifica se inmediatamente, que el Direc-
tor Barrás fué á ver á Bonaparte y le determinó á po-
nerse en camino en aquella misma noche. La partida
de este General estuvo, pues, lejos de ser un ostracis-
mo voluntario, como la denominaron algunos escri-
tores, sino que fué acto forzoso que no estuvo en su
mano dejar de hacer.

La expedición da por fin la vela.

, Portugal y of de que desca muy pocos lo Para escoltar en Tolón 13 n era. tripulados Stralmirante I et de Tolon el dentes de las co Famada en las ag

Desde la famosa armada Invencible, con que Felipe II amenazó á la Gran Bretaña, no había visto Europa tan vastos preparativos marítimos. En Tolón, Génova, Civitavechia y Bastia habían sido fletados muchos buques de transporte, cuyo número subía á 400, en los cuales debían ser conducidos 36.000 sol

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