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se intenlaron en vano poner por obra, aparece que todo seguía en el reino en su acostumbrada inmovilidad. El Gobierno vivía siempre preocupado de los sucesos que pasaban fuera, como que de ellos pendía su suerte. Por entonces una expedición famosa llamaba muy particularmente su atención.

Hemos dicho ya que el Embajador Truguet supo por la Reina María Luisa el verdadero destino de la expedición francesa que al mando del General Bonaparte salió de Tolón en aquel año de 1798 para Egipto, y que se tuvo en Madrid noticia de este secreto por la Corte de Portugal. Veamos cuál fué el designio con que se hizo, en fin, tan considerable armamento por parte de la Francia y cuáles fueron los sucesos que dimanaron de él.

Mientras que España seguía en su languidez habitual, los franceses acometieron una empresa atrevida que admiró á Europa.

La Francia se propone apoderarse de Egipto.

En el año de 1796, cuando Bonaparte estaba rodeado de la gloria militar de su campaña de Italia, su espíritu ardiente pensaba ya en la conquista de Egipto. Dió parte al Directorio de su pensamiento, y logró que fuese completamente aprobado. Anteriormente Magallón, que era Cónsul de Francia en el Cairo, había hecho presente al Gobierno la conveniencia y posibilidad de poner por obra tan útil proyecto; y como nadie pudiese conocer mejor que este agente consular el estado político y la situación topográfica de aquel país, el Ministro Carlos Delacroix le dió orden, con fecha 16 de Agosto de 1796, para que fuese á París con li

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cencia por un año. Cuanto más se examinaba el proyecto, tanto más útil parecía. Habiendo perdido la Francia sus colonias en la India y en las Antillas, la posesión del Egipto era tenida por excelente compensación de tantas pérdidas. Bonaparte creía que la expedición, no solamente llenaría á Europa de admiración, sino que tendría por resultado: 1.° Formar una colonia francesa en las orillas del Nilo, la cual prosperase sin esclavos negros y compensase la pérdida de Santo Domingo y otras islas de donde venía el azúcar. 2.° Dar salida á las manufacturas de Francia en África, Arabia y Siria, y poner al comercio de la República en posesión de los productos de estos dilatados países. 3. Más principalmente hacer de Egipto una especie de plaza de armas, desde la cual un ejército de 60.000 hombres pudiese encaminarse al Indo, sublevar á los Maratas y demás pueblos del Indostán oprimidos por los ingleses. En apoyo de esta idea, se decía que Tipóo Saïb había enviado embajadas al General Malastie, Gobernador general de las islas de la Francia y de la Reunión (Borbón). Por lo que hace á la justicia de la empresa, nadie se detenía siquiera á pensar en ella, dando por sentado que el proyecto, por el hecho solo de ser útil, era también justo. Lo único que se alegaba como pretexto plausible para la invasión, era que el Egipto, dominado por los Reyes, se hallaba en total opresión y anarquía. La ilusión era tal en cuanto á esto, que no solamente se suponía que Puerta Otomana no se opondría á la posesión del Egipto por los franceses, puesto que la autoridad de los turcos no estaba allí reconocida, sino que el ciudadano Talleyrand Perigord, Ministro de Relaciones exteriores, era de parecer que el Austria y la Rusia, no pudiendo, en caso de poseer los franceses á Egipto,

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realizar sus planes de agresión contra la Turquía, esta Potencia miraría como un verdadero servicio que la República se apoderase de aquel fértil país. ¡Hasta tal punto cegaba el interés al Gabinete del Directorio!....

Bonaparte pedía para ejecutar el proyecto 40.000 hombres, la escuadra del Contralmirante Brueys, 400 barcos de transporte y todo lo demás necesario para un vasto establecimiento colonial. El Directorio le concedió cuanto pedía, y le dió carta en blanco para que hiciese los nombramientos de Generales y Jefes á su voluntad. Como operación preliminar del ataque de Egipto, Bonaparte proponía la conquista de la isla de Malta, idea que mereció también la aprobación del Directorio. Con este fin el General en Jefe del ejército de Italia envió secretamente á aquella isla á Poussielgue, empleado en la Tesorería, hombre despierto y entendido, no tan sólo en materias de Comercio y de Hacienda, sino también en las de política, el cual tenía parientes en Malta. Su comisión no se extendía, al parecer, más que á visitar las escalas de Levante, ver el estado del comercio francés en ellas y tomar noticias en todos los Consulados; pero el objeto verdadero de ella era entenderse mañosamente con los caballeros malteses y minar aquel Gobierno. No le fué difícil ganar la voluntad de muchos de ellos, de los. cuales algunos eran pobres y accesibles á las esperanzas de fortuna; otros tenían propensión á las máximas de la revolución francesa. Esta precaución no fué la única. Se cuidó también de avisar al Contralmirante Brueys que, á su regreso de Corfú con la escuadra que mandaba en el Adriático, se detuviese en la isla de Malta so pretexto de averías que reparar, y que fondease las costas, asegurándose de los parajes en que

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era posible desembarcar, lo cual fue puntualmente ejecutado por el Contralmirante.

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El proyecto de expedición contra Egipto se encubría bien á los ojos de los Gobiernos de Europa con las amenazas y demostraciones que la Francia hacía entonces de desembarcar tropas en Inglaterra. En los puertos de la República se disponían aprestos que indicaban la próxima ejecución de este intento. Todo presentaba un aspecto marcial cerca de las costas. La Inglaterra misma, creyéndose en inminente peligro de tener al enemigo en su propia casa, oía con desconfianza los demás proyectos que se suponían á los franceses, creyendo que con ellos se quería solamente llamar su atención y distraerla del objeto verdadero, que era su propia defensa. Preocupada con esta idea, envió un refuerzo á los navíos de línea de la escuadra del Almirante Jervis, que bloqueaba el puerto de Cádiz, pues juzgaba con razón que si las escuadras francesa y española no llegaban á reunirse, el Canal de la Mancha estaría siempre dominado por las fuerzas navales inglesas, y en tal caso el desembarco de los franceses sería imposible. Para confirmar más y más á Europa y á Inglaterra en que el fin principal de la República francesa era llevar sus huestes á las costas de Inglaterra, el General Bonaparte, que había llegado poco tiempo antes desde Rastadt á París, salió de esta capital el día 10 de Febrero de 1798 con el fin de reconocer las costas de Francia que están enfrente de Inglaterra: iba acompañado de Oficiales Generales inteligentes. Visitó Etaples, Ambleteuse, Boulogne, Calais, Dunquerque, Furnes, Nieuport, Ostende y la isla de Valkheren. Al mismo tiempo que se hacían estas demostraciones engañosas, se aprestaba en Tolón la escuadra del Contralmirante Brueys, y las divisiones

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francesas de Italia que debían hacer parte del ejército de Egipto se acercaban á Liorna y Civitavechia, si bien se decía que su destino era contribuir también á las operaciones contra Inglaterra.

La salida de la expedición se detiene por un incidente ocurrido en Viena con el General Bernardotte.

La actividad con que se hacían los preparativos para la expedición no venía tan solamente del deseo de conquistar á Egipto, sino de la prisa que tenía el Directorio de alejar de Francia al General Bonaparte, que traía á los miembros del Gobierno en continua zozobra. La popularidad del General, nacida de las victorias conseguidas en Italia; su genio emprendedor y ambicioso, como también su aptitud para la dirección, no solamente de los negocios militares, sino también políticos, sobresaltaba á los Directores, faltos de aprecio, mal seguros en su gobierno y acusados algunos de ellos de corrupción. Bonaparte, que conocía bien sus propias ventajas, acechaba cuidadoso el momento de arrojar á los Abogados del Palacio de Luxemburgo y de tomar él las riendas del Gobierno. Mas la estación se adelantaba y no era ya posible diferir por más tiempo su permanencia en la capital. Hallándose todo dispuesto para la salida de la expedición, se fijó su partida para el día 23 de Abril de 1798. Es de creer que así se hubiera verificado, con efecto, á no haber ocurrido la conmoción del pueblo de Viena contra el General Bernardotte, Embajador de la República; suceso imprevisto que dió temores de nuevo rompimiento con el Austria é hizo necesario sobre

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