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bas nada equívocas de mi gratitud á vuestros singulares servicios.-Aranjuez y Marzo 28 de 1798.-Carlos.-Al Príncipe de la Paz.>

La Francia, pues, por el temor que causaba en la Corte de Madrid, ocasionó la caída momentánea del favorito. El Embajador Truguet despachó al punto un correo á su Corte avisando este triunfo, cuyos efectos no podían á la verdad ser de grande importancia, quedando el Príncipe de la Paz dueño de la voluntad de la Reina, y pudiendo influir, por consiguiente, aunque de oculto, en la dirección del Gobierno, si ocurrían circunstancias graves que reclamasen su solicitud.

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Explicaciones de D. Manuel Godoy sobre su caída.

Con la declaración hecha al Rey por el Embajador del Directorio, y probablemente á su abrigo, coincidieron también otras insinuaciones y tentativas para derribar al Privado. D. Manuel Godoy, refiriendo á su manera los motivos por que se retiró del Ministerio (1), dice que Carlos IV se alarmó de una expresión suya, que era bien inocente por cierto. Anunciando el Príncipe de la Paz á Jovellanos su nombramiento de Ministro de Gracia y Justicia, añadió en su carta confidencial: «Venga usted, pues, amigo mío, á ser uno de los miembros de nuestro Directorio monárquico. Jovellanos, prosigue D. Manuel Godoy, dejó ver sin duda ninguna esta carta á algún falso amigo (tenía satisfacción en hacer ver mi correspondencia con él); no perdía ninguna ocasión de alabar la precisión con

(1) En sus Memorias, tomo II, págs. 173 y siguientes.

que yo expresaba mi pensamiento y cierta elocuencia que descubría en mi estilo (1). El Rey llegó á tener noticia de la expresión Venga usted à ser uno de los de nuestro Directorio monárquico; y habiéndosele pedido explicaciones y dándole yo la más concluyente de todas, que era mostrarle la carta misma, no quedó del todo satisfecho.» D. Manuel Godoy dice también que del empeño con que él mantenía el ejército en pie respetable, sacaron sus adversarios inducciones contra él, porque se le suponían proyectos de romper la alianza con Francia ú otros fines contrarios á la política de Carlos IV. «Mostrábase este Monarca, añade, muy en contra de los campos de instrucción. Deseoso el Rey de desvanecer cualquier recelo que se pudiera inspirar por ellos á la Francia, se asustaba, al parecer, de la tendencia marcial del Ministro.>>

Dese enhorabuena á los hechos referidos por Don Manuel Godoy el crédito y la importancia que se quiera. Lo que parece cierto es que por aquel tiempo llegó Carlos IV á cansarse de su favorito. «Carlos IV, dice un varón muy recomendable que tuvo motivo de saber lo que pasó en esta ocasión, fué el único que en la jornada de Aranjuez de 1798, estrechándose con Saavedra, le descubrió sus sentimientos contra Godoy, resuelto á separarle de su lado y casa. Entró en la idea la Reina, por motivos que, aunque ocultos, no dejaban de traslucirse. Llegó el Rey á extender de su puño un decreto terrible de proscripción contra Godoy, que entregó S. M. á Saavedra. Tratado el caso con Jovellanos, por razones de política se logró que se mo

(4) Jovellanos era, sin duda ninguna, un juez irrecusable en materia de estilo y buen lenguaje, y por esto es muy de sentir que no haya explicado en qué consistía aquella cierta elocuencia de las cartas de D. Manuel Godoy.

dificara, reduciéndole á los términos que vió la nación en el que se publicó.» Ceán Bermúdez confirma esta relación en sus Memorias para la vida de Jovellanos. Dice que era grande el descontento del Rey y el horror con que le miraba (á D. Manuel Godoy). Esta era la ocasión de acabar con él, decían algunos; pero la honradez y gratitud de estos dos virtuosos amigos (Saavedra y Jovellanos) no les permitieron intentar su ruína, sino la separación de los negocios, que creían suficiente para hacer el bien de la nación, lo que se consiguió con un decreto que llenó al favorito de honores y distinciones.» Es verosímil que escudados con la resuelta voluntad de la Francia de derribar al Príncipe de la Paz, los enemigos que éste tenía en España trabajasen con ardor por indisponerle con el Rey, viendo tan favorable ocasión de hacer cesar el escándalo de su elevación y de poner término á su desacertado Gobierno; mas á no haber tenido certeza del empeño que puso el Directorio en apartarle de los negocios, puede dudarse que Carlos IV se hubiese determinado á alejarle de su lado.

Saavedra y Jovellanos se oponen á que se castigue al Valido.

Jovellanos y Saavedra se opusieron, pues, al trági– co fin del Valido, y no se prestaron á que descargasen sobre él rigurosos castigos, como el Rey mismo llegó á desear. Los Ministros tuvieron presente la gratitud que le debían por haberles llamado el mismo Príncipe de la Paz á ocupar las Secretarías del Despacho á propuesta del Conde de Cabarrús, quien le recomendó el mérito distinguido y señalada capacidad de ambos. Detendríales, sobre todo, para proceder judicialmente

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contra el Valido, el deshonor con que habría de ser mancillado el regio tálamo y el dolor que no podría menos de oprimir el corazón del Monarca cuando supiese el crimen de su esposa.

En fin, otra razón debió parecer también de gran peso á los ojos de los Ministros. Los rigores, y cuando menos las pesadumbres, no podían menos de alcanzar á la Reina, la cual, irritada y enfurecida, pediría venganza. Cediendo siempre la voluntad del Rey á sus ruegos, los Ministros quedarían expuestos á graves peligros.

Enfermedad sobrevenida á Saavedra y Jovellanos.-Separación de sus Ministerios.

Mas fué tal la malaventura de estos dos varones honrados, que su miramiento no les preservó de terribles persecuciones. Al cabo de algún tiempo, los dos Ministros cayeron de repente enfermos de gravedad, con ataques violentos que anunciaban un agente vil. Jovellanos resistió mejor que Saavedra, merced á su constitución robusta. Saavedra continuó siempre enfermo hasta la muerte. Separados de sus Ministerios, fueron desterrados Saavedra á Sevilla y Jovellanos á Gijón. Su destierro, en pos del atentado execrable que una mano oculta cometió contra sus vidas, causó en los ánimos no menos dolor que indignación, porque ambos Ministros gozaban del aprecio universal por sus luces y por su patriotismo acreditado.

1

El Príncipe de la Paz no quiere cargarse ni con la separación
de estos Ministros, ni con las persecuciones que sufrió después
Jovellanos.

de Jovel Marcel God bazaña Ministe cape puest 2 meses 14

Jovella 12 por Cal xalakas La de Jo chec

Si no supiésemos por tantos y tan recomendables
varones de aquel tiempo que la Reina y el Príncipe
de la Paz arrojaron de sus empleos á Saavedra y Jo-
vellanos, nos lo probaría el cuidadoso estudio con que
D. Manuel Godoy quiere lavarse de tal mancha en sus
Memorias. Ansioso de anticiparse á los cargos que se
le pueden hacer sobre la conducta que tuvo en este
asunto, procura sorprender á los lectores incautos ha-
ciendo autor de la caída de Jovellanos al Ministro Ca-
ballero y quejándose con aparente dolor de que hu-
biera éste tenido el atrevimiento de deshacer una obra
que era suya. Parece increíble que se pueda llevar el
fingimiento hasta tal punto. Caballero fué indudable-
mente de carácter nada recomendable, y por esto muy
á propósito para hacer papel en la Corte inmoral y
corrompida de la Reina María Luisa, la cual se ser-
vía de él como instrumento para los vejámenes y per-
secuciones que suscitaba á los que quería molestar ó
perder. Era muy grato en verdad para María Luisa y
su protegido tirar la piedra y esconder la mano, como
se dice vulgarmente; satisfacer sus enconos y echar
la culpa al vil y despreciable Ministro que consentía
en prestar servicio tan afrentoso; pero la autoridad
que
le concedían era muy limitada, y por decirlo así,
la necesaria solamente para encubrir por ella sus ma-
quinaciones. Tendremos ocasión de extendernos más
en otra parte sobre este maquiavelismo ó táctica ita-
liana de la Corte de María Luisa. Viniendo ahora á la

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