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este galpon, que ninguno faltaba; ni salian á la plaza porque no viesen los indios qué gente era, y les pusiesen espanto cuando todos saliesen de tropel. Todos echaron á sus caballos pretales de cascabeles para poner espanto á los indios. Pues estando así los españoles, fué la nueva á Atabalipa de indios que tenia espiando, que los españoles estaban todos metidos en un galpon, llenos de miedo, y que ninguno parescia por la plaza; y á la verdad el indio la decia, porque yo oí á muchos españoles que sin sentillo se orinaban de puro temor. Pues sabido esto el Atabalipa pidió que le diesen de comer, y mandó que toda su gente hiciese lo mismo. Estos tenian de costumbre comer por las mañanas, y ansimesmo todos los naturales deste reino. Los Señores despues de haber comido, como digo, gastaban todo el dia en beber hasta la tarde que cenaban muy poca cosa, y los indios pobres en trabajar. Pues despues de haber comido, que acabaria á hora de misa mayor, empezó á levantar su gente y á venirse hácia Caxamalca. Hechos sus escuadrones que cubrian los campos, y él metido en unas andas empezó á caminar viniendo delante dél dos mil indios que le barrian el camino por donde venia caminando, y la gente de guerra la mitad de un lado y la mitad del otro por los campos, sin entrar en camino. Traia ansimesmo al Señor de Chincha consigo, en unas andas, que parescia á los suyos cosa de admiracion, porque ningun indio por señor principal que fuese habia de parescer delante dél si no fuese con una carga á cuestas y descalzo. Pues era tanta la patenería que traian d'oro y plata, que era cosa estraña lo que relucia con el sol. Venian ansimesmo delante de Atabalipa muchos indios cantando y danzando. Tardóse este Señor en andar esta media legua que hay

dende los baños á donde él estaba hasta Caxamalca, dende hora de misa mayor como digo, hasta tres horas antes que anochesciese. Pues llegada la gente á la puerta de la plaza, empezaron á entrar los escuadrones con grandes cantares; y ansí entrando ocuparon toda la plaza por todas partes. Visto el Marqués D. Francisco Pizarro que Atabalipa venia ya junto á la plaza, envió al Padre Fray Vicente de Valverde primer obispo del Cuzco, y á Hernando de Aldama, un buen soldado, y á Don Martinillo lengua, que fuesen á hablar á Atabalipa y á requerille de parte de Dios y del Rey se subjetase á la ley de nuestro Señor Jesu Cristo y al servicio de S. M., y que el Marqués le tendria en lugar de hermano, y no consintiria le hiciesen enojo ni daño en su tierra. Pues llegado que fué el Padre á las andas donde Atabalipa venia, le habló y le dijo á lo que iba, y le predicó cosas de nuestra santa fe, declarándoselas la lengua. Llevaba el Padre un breviario en las manos donde leia lo que predicaba el Atabalipa se lo pidió, y él cerrado se lo dió; y como le tuvo en las manos y no supo abrille, arrojole al suelo llamó al Aldana que se llegase á él y le diese la espada, y el Aldana la sacó y se la mostró, pero no se la quiso dar. Pues pasado lo dicho, el Atabalipa les dijo que se fuesen para bellacos ladrones, y que los habia de matar á todos. Pues oido esto el Padre se volvió, y contó al Marqués lo que habia pasado; y el Atabalipa entró en la plaza con todo su trono que traia, y el Señor de Chincha tras dél. Desque hobieron entrado y vieron que no parescia español ninguno, preguntó á sus capitanes donde estan estos cristianos que no parescen: ellos le dijeron: Señor, estan escondidos de miedo. Pues visto el Marqués D. Francisco Pizarro las dos andas, no

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conosciendo cual era la de Atabalipa, mandó á Joan Pizarro su hermano fuese con los peones que tenia á la una, y él iria á la otra. Pues mandado esto, hicieron la seña al Candía, el cual soltó el tiro, y en soltándolo tocaron las trompetas y salieron los de á caballo de tropel, y el Marqués con los de á pie, como está dicho, tras dellos, de manera que con el estruendo del tiro y las trompetas y tropel de los caballos, con los cascabeles, los indios se embarazaron y se cortaron; los españoles dieron en ellos y empezaron á matar, y fué tanto el miedo que los indios hobieron, que por huir, no pudiendo salir por la puerta, derribaron un lienzo de una pared de la cerca de la plaza, de largo de mas de dos mil pasos, y de alto de mas de un estado: los de á caballo fueron en su seguimiento hasta los baños, donde hicieron grande estrago, y hicieran mas si no les anochesciera. Pucs volviendo á D. Francisco Pizarro y á su hermano, salieron como estaba dicho, con la gente de á pie; el Marqués fué á dar con las andas de Atabalipa, y el hermano con el Señor de Chincha, al cual mataron allí en las andas, y lo mismo fuera de Atabalipa si no se hallara el Marqués allí, porque no podan derriballe de las andas, que aunque mataban los indios que las tenian, se metian luego otros de refresco á sustentallas, y desta manera estuvieron un gran rato forcejando y matando indios, y de cansados un español tiró una cuchillada para matalle, y el Marqués D. Francisco Pizarro se la reparó, y del reparo le hirió en la mano al Marqués el español, queriendo dar al Atabalipa; á cuya causa el Marqués dió voces diciendo: nadie hiera al indio so pena de la vida entendido esto aguijaron siete ó ocho españoles y asieron de un bordo de las andas, y haciendo fuerzas

las trastornaron á un lado, y ansí fué preso el Atabalipa, y el Marqués le llevó á su aposento, y allí le puso guardas que le guardaban de dia y de noche. Pues venida la noche los españoles se recogieron todos y dieron muchas gracias á nuestro Señor por las mercedes que les habia hecho, y muy contentos en tener preso al Señor, porque á no prendelle no se ganara la tierra como se ganó.

Pues vístose preso Atabalipa, temió le matarian el dia siguiente porque habia entendido el apellido que el Marqués traía venia á favorescer á su hermano Guascar, el cual tenian ya preso sus capitanes, y habia poco que le habia venido la nueva dello; y temiendo lo que digo, otro dia de mañana dijo que le llamasen la lengua que queria hablar al Marqués. Venido pues que fué el Don Martinillo, le dijo que dijese al Marqués D. Francisco Pizarro que no le matase, y que él le daria mucho oro y plata. Pues entendido esto por el Marqués, le mandó traer ante sí y le preguntó lo que decia, y él le dijo lo que á la lengua habia dicho: el Marqués le preguntó ¿qué tanto oro y plata daria? El Atabalipa dijo que hinchiria un aposento adonde el Marqués estaba, de oro, y el galpon grande que tengo dicho, donde se recojieron los españoles, le hinchiria dos veces de plata, por su rescate. ¡Manda cierto de gran número! Y dicho esto el Marqués D. Francisco Pizarro por consejo de sus capitanes y suyo hizo llamar un escribano y que diese por fe lo queste indio mandaba y ansimismo preguntó al indio ¿que para quién mandaba esto? y el respondió que para todos los que se habian hallado en Caxamalca á su prision y babian desbaratado su campo: (estos españoles que aquí se hallaron en Caxamalca serian hasta docientos). Y este auto y declaracion ante escribano fué la causa de su

muerte como adelante se dirá. Pues hecho este auto el Atabalipa despachó á sus capitanes hiciesen juntar gran tesoro y le enviasen. Estando en esta manda que digo hizo este indio, el Marqués le preguntó por su hermano Guascar donde estaba, y Atabalipa respondió que sus capitanes le tenian preso. El Marqués le mandó que se lo trujesen vivo y no le matasen, porque si le mataban le mataria á él. Pues volviendo al desbarate de los indios en Caxamalca, los que se escaparon fueron á donde estaban los capitanes de Atabalipa que tenian preso á Guascar y les dieron nuevas de que Atabalipa era mucrto por los cristianos y mucha gente con él, por lo cual los capitanes é indios estuvieron en gran confusion y no sabian que hacerse porque habian tratado muy mal al Guascar en la prision y le traian horadadas las astillas de los hombros y por ellas metidas unas sogas, y por esta causa no osaron soltalle y confederarse con él; que sino hobieran hecho esto con él lo hicieran, y si al Guascar le soltaran hubiera gran dubda en ganarse la tierra por los pocos españoles que habia en ella, porquel Marqués tenia hasta doscientos hombres en Caxamalca, que alli no se hallaron mas á esta prision, y en Tangarala quedaron hasta ciento. Pues estando así como digo, estos capitanes en gran confusion, llegaron á ellos los mensajeros de Atabalipa en que les dieron nuevas como era vivo y el tesoro que habia mandado, y que les mandaba recojiesen todo el tesoro de la tierra y se le enviasen. Pues sabido esto por el Guascar dicen que dijo: ese porro de Atabalipa ¿dónde tiene el oro y plata que dará á los cristianos? ¿no sabe que todo es mio? Yo se lo daré á los cristianos, y á él lo matarán. Pues entendido esto Challicuchima capitan general de Atabalipa,

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