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tengo dicho, mandó á Juan Pizarro su hermano, que con cincuenta de á caballo se fuese á Piura y allí estuviese con gran guarda y vela teniendo muchas espías sobre la gente de Atabalipa porque se temia no enviase alguna sobre los españoles, y toda la demas gente con Hernando Pizarro se viniesen á Tangarala. Y ordenadas estas cosas ya dichas el Marqués D. Francisco Pizarro, hizo la poblacion de Tangarala repartiendo los repartimientos que tengo dichos, habiendo grandes diferencias sobre á quien cabria Tumbez: cupo al capitan Soto porque aun todavía estaban incrédulos de la noticia que arriba habia, y ansí paresció porque de aquí se volvió Francisco de Ysasaga á Santo Domingo, prometiendo su caballo de albricias al que le alcanzase licencia, y habida se fué. Estos tallanos traen unas camisetas y mantas de algodon labradas de algunas labores con lana; traen unos rebozos alrededor de la cabeza que les dá vuelta debajo de la barba con unos rapacejos: las mugeres traen unos capuces vestidos que les llegan hasta la garganta del pie; tienen ellas horadados los labios junto á la barba y metidos en los agugeros unas puntas de oro y plata redondas que les tapan el agujero : quitánselo y ponénselo cuando quieren. Y adoraban los ídolos que los demas ya dichos, y el sol. Por mandado del Inga aquí se hallaron depósitos de lagartijas secas para llevar de tributo al Inga al Cuzco, con todas cosas que ellos tenian de que tributaban. Hay dende esta Tangarala al Cuzco casi trescientas leguas.

Pues hecho el Marqués el repartimiento y poblacion de Tangarala, dejó por teniente de gobernador en él á Antonio Navarro contador de S. M.: aquí se quedaron los demas oficiales tesorero y veedor. Pues tomada toda la demas gente, dejando solos los vecinos que allí po

blaron, se partió para Caxamalca, publicando entre los naturales iba á favorecer y ayudar á Guascar el Señor natural deste reino, que iba ya de caida, que los capitanes de Atabalipa Quizquiz y Challicuchima lo llevaban de vencida. Pues yendo caminando con este apellido en Sarran salió el mesmo indio llamado Apoo, que dije en Pohechos habelle atropellado Hernando Pizarro. Vino descubiertamente de parte de Atabalipa al Marqués Don Francisco Pizarro con ciertos patos desollados Ꭹ dos camisetas de argentina de plata y oro, lo cual presentó á D. Francisco Pizarro diciendo se lo enviaba Atabalipa; y fué la venida de este indio para contar la gente cuantos eran, y ansí andaba despañol en español, tentándoles las fuerzas á manera que burlaba, y pidiéndoles sacasen las espadas y se las mostrasen. Acaesció pues que llegó á un español á hacer esto, y echóle mano de la barba, el cual español le dió muchos bofetones. Sabido por el Marqués D. Francisco Pizarro esto, mandó pregonar que nadie tocase al indio por cosas que hiciese. Pues despues de haber contado los españoles y hecho las cosas que tengo dichas, el indio se volvió para su Señor Atabalipa, y le contó todo lo que habia visto, y dijo que serian todos hasta ciento y noventa españoles, y entre ellos como noventa de á caballo, ó pocos mas, y que eran unos hombres ladrones, haraganes, y que venian caballeros en unos carneros como tengo declarado, y que hiciese aparejar muchas sogas para atallos, porque venian muy medrosos, y que si viesen la gente que tenia se huirian. Con esto Atabalipa se aseguró y no los tuvo en nada, porque si los tuviera en algo enviara gente á la subida de la sierra, que es una cuesta de mas de tres leguas, muy agra, donde hay muchos pasos malos

y no sabidos por los españoles. Con la tercia parte de la gente que tenia, que en estos pasos pusiera, mataran á todos los españoles que subieran, á lo menos la mayor parte, y los que escaparan volvieran huyendo y en el camino fueran muertos. Ordenólo nuestro Señor así, porque fué servido que en esta tierra entrasen cristianos. Pues caminando el Marqués por sus jornadas, llegados que fuimos al subir desta sierra no faltó temor harto, temiendo no hobiese alguna gente emboscada que nos tomase de sobresalto. Salidos pues della y llegados á Caxamalca, Atabalipa estaba en unos baños questarán poco mas de media legua del asiento de Caxamalca, donde tenian asentado su Real, que segun se entendió tenia mas de cuarenta mil indios de guerra: luego este dia el Marqués D. Francisco Pizarro mandó á Hernando de Soto que con veinte de á caballo y una lengua fuese donde estaba Atabalipa, y le dijese que él venia de parte de Dios y del Rey á los predicar y tenellos por amigos, y otras cosas de paz y amistad, y que se viniese á ver con él. Pues llegado Soto donde Atabalipa estaba, que era en un galponallo pequeño que allí tenian para el Señor, con otros aposentos para cuando allí se iba á holgar y á bañar, un estanque grande que tenian hecho, muy labrado de cantería, y al estanque venian dos caños de agua, uno caliente y otro frio, y allí se templaba la una con la otra para cuando el Señor se queria bañar ó sus mugeres, que otra persona no osaria entrar en él so pena de la vida. Pues llegado Hernando de Soto le halló como digo, y toda la gente á punto de guerra. El Atabalipa estaba en este galponcillo como tengo dicho, sentado en su duo, y una manta muy delgada rala que por ella via, la cual tenian dos mugeres, una de un cabo y

otra de otro delante dél, que le tapaban para que nadie le viese, porque lo tenian por costumbre algunos destos Señores no ser vistos de sus vasallos sino raras veces. Pues llegado que fué Soto á él á caballo con los demas, mandó abajar la manta y oyó todo lo que el Soto le dijo que le era mandado le dijese, lo cual le dió á entender la lengua D. Martinillo, uno de los muchachos ya dichos: despues de haber oido la embajada respondió y dijo al Hernando de Soto que se volviese y le dijese al Marqués y á los demas cristianos que él iria por la mañana adonde ellos estaban, y le pagarian el desacato que habian tenido en tomar unas esteras de un aposento donde dormia su padre Guaina Capa cuando era vivo, y que todo lo que habian tomado dende la bahía de Sant Matheo hasta allí y comido se lo tuviesen todo junto para cuando él llegase. Pues oido esto por Hernando de Soto se desvió, y en un llano que habia hizo hacer una escaramuza á los de á caballo, y acaso llegando los de á caballo con la escaramuza junto á unos indios que estaban sentados, los indios se levantaron y desviaron de miedo. Pues vuelto el Soto á Caxamalca, el Atabalipa mandó matar á estos indios que se levantaron y tuvieron miedo, y á sus caciques que ahí estaban y sus hijos y mugeres, por poner temor á su gente, y que no huyese ninguno al tiempo del pelear con los cristianos. Destas crueldades hacian

él

y sus capitanes muchas, como adelante se dirá. Pues vuelto Soto dió la respuesta al Marqués de lo que habia pasado, y con harto miedo toda la noche se pasó en vela. Aquesta misma noche despachó Atabalipa veinte mil indios con un capitan suyo que se llamaba Lumenavi, con muchas sogas, que tomasen las espaldas á los españoles, y secretamente estuviesen para que cuando huyeTOмO V.

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sen diesen en ellos y los atasen, creyendo que otro dia vista la mucha gente quél llevaria, todos se habian de huir.

Pues estando toda la noche como tengo dicho los españoles en vela, con harto temor por la mucha gente que el indio tenia, como Soto y los que con él fueron dijeron haber visto, y no estar experimentados los españoles como estos indios peleaban, ni qué ánimo tenian, porque hasta aquí no habian peleado con indios de guerra, sino habia sido en Tumbez y en la Puna con unos pocos, que no llegaban á seiscientos. Pues despues de amanescido el Marqués D Francisco Pizarro ordenó su gente, partiendo en dos partes los de á caballo, dando la una á Hernando Pizarro, y la otra á Hernando de Soto; y ansí mesmo partió la gente de pie en dos partes, tomando él la una, y dando á su hermano Juan Pizarro la otra. Mandó ansimesmo á Pedro de Candía con dos ó tres soldados de á pie y con las trompetas se subiesen á una fortalecilla questá en la plaza de Caxamalca, y allí estuviese con un falconete pequeño que en el campo traia, y que en haciéndoles una señal dende el galpon, que se la harian cuando todos los indios hobiesen entrado en la plaza, y Atabalipa con ellos, y en estando dentro le harian la seña, y haciéndosela soltase el tiro y tocasen las trompetas, y tocadas saldrian los de á caballo de tropel de un galpon grande donde todos estaban metidos, donde bien cabian y muchos mas que fueren. El galpon tenia muchas puertas, todas á la plaza, grandes, que podian muy bien salir á caballo los que dentro estaban. Asimesmo D. Francisco Pizarro y su hermano Joan Pizarro estaban en el mismo galpon á una parte, para salir trás los de á caballo. Ansí todos estaban dentro en

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