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Y repliqué es súbdita de su marido. Y de esta manera hubo cuatro ó cinco réplicas hablando bien recio y casi á voces, y al cabo salió con decir: ¿ Quiere vuestro Rey ser Señor de todo el mundo? Pues yo tengo la mi espada en la cinta, tan larga como otra. Respondíle: mi Rey no quiere ser dueño del mundo ni lo ha menester porque le hizo Dios Señor de lo mejor que hay en él: yo no me meto con la espada de V. M.: la de mi Rey sé que es espada de mar y tierra, y de tamaño que en Europa y en las demas partes del mundo sustentará lo que tiene y mantendrá su reputacion, y quien la provocare la sentirá. Dió una gran mangada: decid cuanto quisiéredes. Respondi: yo no digo sino respondo. Salió luego: no me han hecho un acto de amistad. Repliquéle: meta V. M. la mano en su pecho, y mírelo bien que hallará alguno, y sabe bien V. M. cuan poco desto se le debe en España. Revolvió con una gran furia: y ahora me desbaratais el casamiento del Duque de Saboya, siendo ordinario que el Duque de Saboya case una vez en España y otra en Francia: ahora porque yo lo tenia asentado fué uno de los ministros del Rey al Duque para que no cumpla nada.

Respondí: de estas pláticas yo solo sé que el embajador que tenia aquí el Duque de Saboya, me dijo que se trataban y que no se efectuarian sin dar cuenta al Rey mi Señor: hasta ahora no he visto que el Duque se la haya dado ni que haya ido nadie de España á ello: que los ministros de mi Rey acuerden al Duque que sus hijos son soberbios, es cosa justa. Volvió á decir que me conocia y que era buena lanza; que hiciese burla de él; que en España decian que si él habia tirado hacia el Duque de Saboya, que allá tenian al Príncipe de Condé; y que lo que podia decir era que el Duque de Saboya no era súb

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dito de España, y que el Condé era su súbdito. Yo le respondí quien era el Duque, y que era verdad que no era súbdito de V. M.; pero que era su cuñado y V. M. miraba por sus hijos, y el Príncipe de Condé si era súbdito de Francia se habia ido á amparar de España, y que él sabia bien lo que en esto se debia y lo que convenia á la grandeza de V. M. Replicó: Salís vos con la reputacion ? La verdadera reputacion era darme lo que era la amistad (1). Guardadle bien; y la Princesa no es súbdita de Flandes. Y yo (2): que era súbdita de su marido, y que andaba tan encendido de cólera (3) que yo habia querido despedirme dos veces y no me habia dejado; que me hallé obligado á decirle que yo habia ido á representar lo que me obligaba á decir que se armaba de gente sin enemigos ni causa, y que él se metia en otras materias que eran poco sabrosas para como las queria juzgar; que le suplicaba tuviese en consideracion lo que se habia dicho, que entendia le hacia servicio en ello. Replicóme estas palabras: Ahora pues vos me habeis pedido esta audiencia para decirme que me armo y que no sabeis para qué porque no me veis con enemigos: yo no tengo que daros cuenta; pero os respondo que me armo para ayudar á mis amigos en lo de Cleves. Habéisme respondido que no confino con Cleves, y que está en medio Flandes, y que vuestro Rey tiene allí á su hermana y á su tio yo os respondo que si vuestro amo quiere á sus deudos, que se contente y que deje á los mios y que no los quiera tanto. Respondíle: ¿V. M. me dice eso? Dijo

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(1) Quizá dármele ( al Príncipe de Condé ): lo que era la verdadera amistad, es decir, " y en esto consistia la verdadera amistad. (2) Y yo dije repuse etc. (3) Enrique IV.

que sí. A que le repliqué que le suplicaba que considerase lo que le habia dicho. Respondió con una mangada ¿qué quereis que considere? Con que salí y acabé la plática, que en sustancia fué esta. Dios guarde etc. París á 5 de abril de 1610-D. Iñigo de Cárdenas.

2.a

Señor-Afirmo á V. M. por cierto que todos los del Consejo de Estado de este Rey, así católicos como hugonotes le contradicen la guerra; y aunque él da á los cousejeros en cara con las razones porque se lo han aconsejado, otras veces le replican con otras, muy fuertes en la ocasion de agora: y fuera de su Consejo todos la contradicen y la condenan, así la nobleza como el pueblo; y el Rey siente esto en extremo, y le ha puesto melancólico un astrólogo que ha venido aquí, que le ha dicho: mire lo que hace, que ha de perder la vida y dos hijos en lo que emprende. El Rey anda haciendo diligencia en examinar este hombre y entender lo que sabe; pero es cierto haberle dicho lo que refiero á V. M. Guarde nuestro Señor la Católica Persona de V. M. etc. París 27 de abril de 1640.

3.a

Señor-P. Pequeus flamenco que sirve aquí al Archiduque Alberto, y es tratado de este Rey como su embajador, ha visitado á los holandeses que aquí han venido en nombre de las islas rebeldes de V. M. Háme dicho le pesa de hacer esto, y que si en su mano estuviera no lo hiciera; pero que tiene órden de su amo para ello.

Tengo aviso de Flandes que por órden del Archidu

que, en Gante, Lila y Arras y las demas ciudades por donde han pasado estos holandeses, el Archiduque les ha hecho regalar y presentar en nombre de las villas, y háme parecido dar cuenta de ello á V. M. á quien guarde nuestro Señor etc. Paris 27 de abril de 1610.

4.a

Señor-Aunque el Cardenal de Joyosa ha de coronar la Reina, dos dias despues que haya hecho esta cerimonia le envia este Rey muy de prisa á Roma á que mueva y apriete al Papa en los negocios que él desea, y particularmente que se meta de por medio y no deje pasar adelante la guerra; y en esta misma conformidad escribe este Rey, á lo que me dicen, á su embajador: y lo que aquí habla al Nuncio, á lo que él me dice, responde á esto mismo; conociéndose bien claro que él no quiere la guerra; pero quiere que se haga todo cuanto quiere y que le tengan miedo, y que este obre su efecto. Guarde nuestro Señor etc. París 27 de abril 1610.

5.a

Señor Aquí han venido tres holandeses con nombre de embajadores á visitar á este Rey, el cual les ha hecho gran acogida y hospedado en las casas donde hospedó á D. Pedro de Toledo, habiéndolas aderezado con gran riqueza y suntuosidad. Envió á recibillos tres leguas de aquí al conductor de los embajadores con cuatro carrozas y algunos caballos media legua. De aquí salió á recibillos Mos. de Vandoma, hijo bastardo de este Rey, y llevaba consigo dos mariscales de Francia, catorce carrozas, al pie de trescientos caballeros de los mas principales de esta corte. Vinieron en una carroza los tres hoTOMO V. 10

landeses, Mos. de Vandoma, los dos mariscales de Francia y el conductor de los embajadores, y el que aquí asistia antes por las islas. Llegados á la casa, subieron con ellos Mos. de Vandoma y los demas, y habiéndolos dejado en su aposento, que fué mas de cuatro piezas gran. des y una galería, los holandeses salieron con Mos. de Vandoma y los demas, dos piezas. Envióles el Rey esta noche de cenar hasta treinta platos, pero no aderezados, sino de vianda cruda, pan, vino y otros regalos. Ellos llegaban desapercibidos juzgando no tendrian que aderezar nada, y de haber menester hacello, me dicen, se hallaron embarazados; y los criados se quejaban que traian de cenar para sus amos, pero no para ellos. Despues acá les dan para todos abundantemente, pero no aderezado. Entre las carrozas que salieron á recibillos fué la del embajador de Venecia con sus criados.

La primera audiencia que tuvieron del Rey, fueron muy acompañados de los criados del Rey y gente de palacio, y el conductor de los embajadores. Recibiólos el Rey en una galería grande, y en descubriéndolos les quitó el sombrero, y al llegar á él salió dos pasos á recibillos, y los hizo cubrir comenzándole á hablar. Esta audiencia fué toda de cumplimientos en que no hallo cosa de consideracion que referir á V. M. sino haber concurrido gran cantidad de pueblo y nobleza á verla. Tuvieron este mesmo dia por la tarde audiencia de la Reina, la cual estando ya los holandeses esperándola los hizo esperar una hora, y háse hablado en esto, y yo juzgo debió de ser órden del Rey porque está picado y sentido de lo poco que hicieron con su hijo. La Reina, cuando entraron, no hizo movimiento ninguno: oyólos descubiertos, y despues de haber hablado los hizo cubrir. Vie

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