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Compruebo con cita de Don Gonzalo Argote de Molina lo que refiero de la llave; y porque él mismo en otro lugar he notado despues que lo pone con variedad, he querido copiar este párrafo suyo de la introduccion al mismo repartimiento. Es su tenor:

Recibimiento que hicieron al Santo Rey Don Fernando los Judios de Sevilla quando allí entró.

El dia que el Santo Rey Don Fernando entró en Sevilla lo saliéron á recibir, como se escribe en memoriales antiguos, el Aljamia de los Judios, que en ella moraban: y asi como los Moros entregáron al Rey las llaves de la ciudad, asi ellos entregáron la llave de la Juderia, la qual hasta boy se ha guardado en la Sacristia mayor de la Santa Iglesia de Sevilla. Es notable por la extrañeza de su bechura, becha de todos los metales, que cada uno se muestra en ella de por si: las guardas de ella hacen labor de letras, que leidas por una parte y otra, dicen: DIOS ABRIRA, REY ENTRARA. El circulo del anillo de ella está escrito de letras Hebreas, las quales me fuéron leidas y declaradas por el Doctor Diego de Palma, natural de Ecija, Teólogo de los muy famosos de este tiempo, y grande hebreo, griego y latino; quieren decir en castellano: EL REY DE LOS REYES ENTRARA: TODO EL MUNDO LE VERA. Habian morado entre los Moros la nacion de los Judios desde que por ellos fué ganada basta aquellos tiempos, &c. Y algo mas adelante: Era costumbre en Castilla, que todas las veces que los Reyes entraban en algun lugar donde hubiese Sinagoga le saliese á recibir el Aljamia de los Judios, y pagaban á los Monteros de cada Tora doce maravedis porque los guardasen que no recibiesen daño de los Christianos, que en aquellos tiempos era gente tan vil y de poca estimacion, que era menester que estuviesen debaxo de la salvaguardia del Rey para que no los ofendiesen. De la manera que boy sabemos los tratan en los otros reynos donde residen. Era este un gran tributo, respecto de lo mucho que los maravedis de entónces valian, &c.

Hasta aquí Argote á este intento, cuya noticia en él es posterior á la que alegué suya, y como ni la pri

mera ni esta son agenas de lo posible, no la he querido omitir; pues ó ya la llave fuese la de los Moros, como él mismo ántes escribió, y es lo mas recibido, ó ya fuese la de la Judería, como aquí dice siempre, es estimable antigualla, y digna de la veneracion con que se guarda.

Don Gonzalo Argote de Molina en la misma introduccion al repartimiento, referida en los dos números antecedentes, pone este capítulo, que tambien me ha parecido copiarle aquí.

Pronóstico que los Moros de Sevilla tenian de la pérdida

de ella.

Escribe el Doctor Lorenzo Galindez de Carvajal en sus Fragmentos, que entre los libros que los Reyes Católicos Don Fernando el Quinto y Doña Isabel hubiéron de los Reyes de Granada, quando se ganó aquella ciudad, se halló escrito, que al tiempo que los Almohades poseian la Andalucía, un caballero mozo que se llamaba Abenbuc, que era el mas rico y poderoso que habia en el reyno de Murcia, se alzó con aquel reyno contra ellos; y que fué tanto su valor, que en diversos reencuentros que con ellos tuvo los desbarató y venció , poniendo debaxo de su señorio todos los Alárabes de aquel mar; y para mas asegurar su reyno pasó á cuchillo á todos los Almohades con color de ceremonia y supersticion, diciendo , que por sus pecados y vicios tenian ofendido á Dios. Mandó á sus Sacerdotes limpiar y lavar con agua las Mezquitas de ellos, y tenir de negro los escudos y banderas en que habia las armas de los Almohades: y como esto se hiciese asi, un Moro bechicero que tenian entre ellos por gran Profeta, quando vió tenir aquellos escudos dió grandes abullidos; y juntando alli á los principales Moros, les dixo, que el reyno de los Moros de España era acabado, y que en venganza de la muerte de los Almohades el Rey Abenbuc habria mala muerte ; y que el dia que él muriese caerian en tierra aquellos escudos y señales negras, y que nunca mas habria Rey Muro en Sevilla,

como sucediese despues de esto la muerte de Abenbuc, á quien un privada suyo en Almería embriagó en un banquete,

y despues que le tuvo sin sentido le abogó en una alberca de agua, y el mismo dia se cayeron en la Mezquita de Sevilla aquellos escudos y señales, los Moros tuviéron por cierta la pérdida de esta ciudad; y nunca en ella hubo otro Rey despues de Abenbuc; porque Axataf, que en ella estaba quando el Santo Rey la ganó, no era Rey, sino cabdillo.

Era muy frequente entre los Moros este modo de adivinos y hechiceros, y sus amenazas y presagios, permitiendo Dios tal vez que atinasen algo de lo futuro, aunque solo reservado á su divino conocimiento. ¶

25 Llegados á la Mezquita mayor, ya templo del Altísimo, se celebró por el electo Arzobispo de Toledo Misa la primera vez que refiero debaxo de la misma advertencia que hay para dudarlo solo porque así lo dice la Crónica, y quedó restituida á su culto christiano con título de Santa Maria de la Sede, dexando en ella San Fernando la referida Imágen, asi intitulada, cuyo bulto es todo de plata, y está colocado en su altar mayor; y la de los Reyes, en la que desde luego, segun es constante, se señaló Real Capilla en la parte mas oriental de la misma Mezquita, y al mismo tiempo se arboló triunfante en su alta torre el estandarte Real de la Cruz: y sin embargo que el Alferez mayor del Santo Rey era el Señor de Vizcaya Don Diego Lopez de Haro, que con tal título confirma sus privilegios, el que lo subió y tremoló el primero se afirma haber sido Domingo Poro, ilustre caballero, de origen Escocés y de su Real sangre, de quien procede en Sevilla el calificado linage de Santillan. Que se celebró Misa este mismo dia en los sitios ya señalados para los Conventos de San Benito y la Santísima Trinidad es tradicion suya: y hay memorias de que el Santo Rey, á imitacion de sus progenitores, que usaban en tales dias para mayor celebridad armar caballeros algunos calificados vasallos, armó muchos honrando sus hazañas, y que en él dió Orden de caballería á Aben-Alhamar, Rey de Granada; y por blason, que quedó sucesivo á los Reyes siguientes, en campo roxo una banda de oro con dragantes ó cabezas de sierpes

TOMO I.

G.

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