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drigo Gonzalez de Galicia. Don Diego Lopez de Haro, XVII Señor de Vizcaya, heroe de los mas famosos que tuvo aquella esclarecida progenie, Alferez mayor del Rey Santo, y á quien recompensó con grandes servicios algun tiempo que estuvo apartado de su obediencia, y que en esta empresa igualó á los primeros en las proezas, aunque llegó de los últimos ; cuya gente, junta con la de Don Rodrigo Gonzalez de Galicia, que alojaba próximo, por tener la estancia muy separada de los demas, dió osadía á los Moros de la ciudad de avanzarse á su opósito dos veces ; que en la primera rechazados con gran brio, en la segunda saliendo con mucho mayor poder, obligáron á que viniese al socorro el Infante Don Alonso, que á dársele pasó el rio en barcas; porque descontento del sitio en que puso antes sus pabellones, se habia mudado de aquella parte contra Triana; y con haber sobrevenido los Moros, fueron otra vez gallardamente repelidos y obligados á retirarse con afrenta y pérdida.

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8 Las mas frequentes salidas de los Moros eran siempre por una puerta del Alcázar ; que las señas qué demanda la Crónica de estar cerca de donde despues fué la Judería, parece era de Benahoar, que dicen se cerró entre la de la Carne y la de Xerez; y que por el puente de Guadaira pasaban á invadir el Real de los Christianos, teniendo cerca siempre la retirada al mismo puente, cuyo paso estaba muy fortalecido fortalecido, como lo demuéstran sus ruinas, ó ya que Guadaira tuviese mas caudal que ahora, ó que estuviese fortificada su ribera, parece que no se podia atravesar sino por el puente, en que no dexa de hallarse implicacion con lo que otras veces escriben la Crónica, y la general, que seguian los Christianos á los Moros hasta las puertas de la ciudad, si acaso no era por otra parte de su larga circunvalacion. Quisiéron Garci Perez de Vargas y Don Lorenzo Suarez escarmentar los Moros de estas salidas; y siendo avisados, que habia muchos entre la ciudad y el rio Guadaira que marchaban al puente, dispusiéronles ce

celada en un sitio oculto, previniendo Don Lorenzo á su gente, que quando los Moros, como solian, le huyesen, no se empeñasen á seguirlos por el puente, por el riesgo en que á sí y á los demas pondria el que lo intentase. Sucedió de la misma manera: dieron los Moros en la celada, y huyendo desbaratados, dexando poblada la campaña de muertos, obedientes los Christianos al órden de su Capitan, se detenian á la entrada del puente: no así Garci Perez de Vargas, que olvidado de lo propuesto, se arrojó por él solo; y viéndole Don Lorenzo Suarez: Caballeros (dixo á los suyos) engañádonos ha Garci Perez de Vargas: ve do quál anda entre los Moros: él nos meterá en lugar donde hayamos bien menester las manos. Y siguiéndole todos, se arrojáron en su socorro, haciendo tal destrozo en los contrarios, que con muerte de mas de tres mil, llegáron persiguiéndolos hasta la misma puerta del Alcázar y este dia, dice la Crónica, que se confesó Don Lorenzo Suarez excedido en corage por Garci Perez, que los habia hecho ser buenos, obligándolos con su exemplo á quebrantar el propósito, que aunque cuerdo, no frisaba bien con el aliento de tales soldados, que acabaron con este suceso de poner á los Moros entero temor de repetir las frequentes surtidas con que comenzáron á

cesar.

9 Mas entre tan sangrientos lances se iba reconociendo que si no se quitaba á los Moros la comunicacion de Triana y el Alxarafe, seria casi imposible ganar á Sevilla, que incesantemente socorrida de aquella parte, cada dia se renovaba de fuerzas : era el remedio romper el puente fortísimo de Guadalquivir, y esto dificil mucho por su fortaleza y su defensa. "Tenian los Moros de Sevilla (dice la Crónica) un puente de madera fecho sobre barcas, amarrado con muy recias cadenas de hierro, por do pasaban de Sevilla á Triana, y á toda "aquella parte del rio." Su sitio el mismo en que hoy le vemos; que aunque Alonso Morgado y el Bachiller Peraza en sus Historias dicen que se amarraba á la torre del Oro, advirtieron mal los mismos textos de la Cró

nica, y de la General, que es preciso seguir, pues no tenemos de aquellos tiempos otras Historias mas fidedignas: por ellas consta que estaba dentro del Arenal, que no fuera así estando junto á la torre del Oro, en que el Arenal comienza, bien que desde la torre del Oro hasta la parte opuesta del rio atravesaba una gruesa cadena de maderos eslabonados con argollas de hierro, que á la parte de Triana se afianzaba en un murallon, de que aun se ven los cimientos; pero desde esta cadena hasta el puente habia la misma distancia que hoy se conoce; y aún esto no lo dice la Crónica, y es menester creerlo de antiguas memorias en que se refiere. El castillo de Triana, al ángulo de cuyos muros va á parar, la servia de corona y de defensa; y la compuesta trabazon de los maderos que la componen, estribando sobre el plan de las barcas, estaba afianzada con gruesas cadenas, como lo expresa la Crónica.

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10 Propuso el Santo Rey tan arduo desco al Almírante Ramon Bonifaz y á otros pláticos del ministerio náutico, y eligióse medio de que armasen dos naves, las mas gruesas y fuertes, y que esperando tiempo en que popa les soplase viento vehemente, embistiesen á romperlas con el choque de las proas, que á este fin armasen con gruesas planchas de hierro, para que executasen mas violento el golpe designio raro, y que tiene mucho de prodigioso y aun de milagroso, su efecto no pocos visos; pues aunque la violencia de un baxel agitado de rápido viento sea grandísima no parece bastante á romper con el choque de su proa tan robusta resistencia, como supone la encadenada trabazon de este puente. Prevenidos los baxeles, que como todos los demas de aquel tiempo, eran de vela y remo, entró el uno el mismo Ramon Bonifaz; y poniendo en ambos gente de su satisfaccion, esperáron viento favorable, que no sin particular misterio les sobrevino dia de la Invencion de la Cruz, á 3 de Mayo, cuya sagrada insignia mandó el Santo Rey que se arbolase en sus gavias. Volaban los navios llevados del poderoso impulso del viento, que para dar mas

visos al prodigio calmo repentino, y repentino en breve volvió á soplar mas furioso, rehaciendo su repeticion los desmayos que causó su pausa, y sin que á resistirlo bastase la robustísima trabazon que construian tantos unidos maderos y tantos repetidos lazos de las cadenas: al duplicado choque de uno y otro baxel cedió roto en el puente todo el mayor estribo de la esperanza de los Moros, pasando de la otra parte las dos vencedoras naves contra que en vano desde el puente mismo, desde el Arenal todo, y desde el castillo de Triana se fulmináron innumerables rayos de arrojadas armas: baxel uno y otro dignos de eterna memoria mas que la decantada nave Argos de los Griegos, y que de la Capitana de Ramon Bonifaz, refiere el Cronista Gila Gonzalez Dávila, que preciándose justamente de haberse fabricado en su puerto, la pone por blason de sus armas la villa de Santander; y que la puso la Santa Iglesia de Sevilla en el primer sello de su Cabildo con una imágen de nuestra Señora en su popa, y la santa Cruz en su gavia, parece colegirse de uno del año de 1256, en que se ve un baxel con sus velas, cuyo árbol remata con una cruz, y en la popa una imágen de nuestra Señora sentada, y se lee en la orla : Signum Capituli Hispalensis: Sello del Cabildo de Sevilla; en escritura original de su archivo, que mencionaré el año mismo, y que me ha dado justo motivo á este reparo: pues ¿quál otro pudo ser el de tan extraordinario blason hasta ahora de otro alguno no reparado? y porque mejor lo acreditará su copia, me ha parecido ponerla aquí, como tan notable.

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II Quanta fué la oposicion de los Moros á lo que tanto les importaba estorbar, poco es menester para inferirlo; y quanta igualmente la prevencion del Rey Santo, que en persona con el Infante Don Alonso, seguidos de lo mas gallardo de sus tropas, se avanzáron por la parte de la torre del Oro contra los Moros del Arenal para retirarlos á la ciudad, y hacer por tierra escolta al Almirante, que acabando de deshacer el puente, como es de entender, volvió á salir salvo con sus dos naves, á que sin duda amaynando las velas, luego que executó el violento y feliz choque, y volviendo las proas hácia la torre del Oro, salia tan aplaudido de los vítores alegres de los Christianos, como de los funestos lamen

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