Imágenes de página
PDF
ePub

SERMON FUNEBRE

en elogio del Escmo. Sr. don Cristóbal Colon, primer almirante, Virey y Gobernador general de las Indias Occidentales, su descubridor y conquistador, pronunciado con motivo de haberse trasladado sus cenizas de la Iglesia Metropolitana de Santo Domingo, á esta Catedral de Ntra. Sra. de la Concepcion de la Habana, por el doctor don José Agustin Caballero, maestro de filosofia en este Real y Conciliar Colegio Seminario de S. Cárly Sun Ambrosis, en la mañana del 19 de enero del año 1796.

los

y

AL M. I. AYUNTAMIENTO DE ESTA CIUDAD DE LA HABANA.

Muy Ilustre Señor.

Si yo hice el sacrificio de mi salud y de algunas de mis ocupaciones cuando me encargué de formar el elogio fúnebre del siempre famoso Almirante don Cristóbal Colon, ahora que V. S. M. I. se ha servido pedirme el cuaderno para darlo á la pública luz, sacrifico toda la fuerza de mi genio y quizá la tranquilidad de mi espíritu. Aquel primer sacrificio, fué un homenage que rendí gustosa y justamente á mi amigo el Sr. Dr. D. Diego José Perez Rodriguez, canónigo de merced de esta Catedral, este segundo es una política deferencia á los deseos é insinuaciones de V. S. M. 1. para mi muy respetables. De uno y otro podria yo deducir derechos incontestables á reclamar un doble patrocinio. Pero ya que V. S. M. I. añade á las finezas con que me honra en su oficio de 29 de enero próximo, la de querer se imprima mi sermon, sin duda para que no ignore el mundo ni la menor de las demostraciones que ha hecho la Habana en honor y obsequio del descubridor de las Américas, V. S. M. I. debe quedar constituida á franquearme su proteccion; condescendencia que siendo en V. S. M. I. una mera franquicia de su generosidad, será en mí una honra y un provecho. Una honra: ¿Quién no se realzará con la estampa del esclarecido nombre de V. S. M. I.? ¿Un provecho: yo espero confiadamente que los Aristarcos que mordieron mi sermon al oirle, embotarán sus dientes al igual que los zoilos que lastimaron entonces y despues mi reputacion, á vista del digno Mecenas que abriga mi produccion.

Tenga yo la gloria de ser autor de la primera obra que sale impresa bajo los poderosos auspicios de V. S. M. I.; y tenga V. S. M. I. la bondad de aceptarla y protegerla tambien, si alguna luz maligna la ofendiese de nuevo. V. S. M. I. sabrá sincerarme y es

cusar mis yerros, mientras yo no sé mas que complacer á V. S. M. 1. entregándole el cuaderno que me pide, mas trémula mi mano en este acto que la de Teófilo cuando puso sobre las aras del Capitolio las obras de Marco Tulio.

M. I. S.-Queda de V. S. M. Y su mas atento servidor y capellan-Doctor José Agustin Caballero.

Putasme vivent ossa ista? EzEQ. CAP. 37, v. 3.

¿Qué os parece, vivirán, ó no, estos huesos?

¡Qué diversa es, esclarecido Cristóbal Colon, grande almirante de las Indias, que diversa es la entrada que acabas de hacer esta mañana por las calles y plazas de la Habana, de la que biciste en la isla deliciosa de Guanahani por los años de 1492! ¡Qué distintos los motivos de la una y de la otra! ¡Qué desemejantes son sus objetos! Allá entonando festivo hacimiento de gracias, rodeado de un aparato de triunfo, música militar y banderas desplegadas, fuistes el primero en pisar las márgenes incultas de aquel nuevo territorio: acá en medio de una pompa fúnebre, enrollados los pabellones nacionales, sorda la música, destempladas las cajas, y apagado el resplandor de su alta dignidad, eres conducido en agenos brazos hasta el interior del Santuario. Allá se incitó el deseo de ver realizadas tus conjeturas, y comprobadas tus profundas meditaciones sobre la existencia de un nuevo mundo: acá te trae el derecho que esclusivamente asiste á los americanos de conservar tus cenizas y escaparlas del insulto que podria inferirlas alguna nacion envidiosa: allá en fin, fuistes á engrandecer los timbres del Evangelio, y dilatar el imperio de los Reyes Católicos: acá vienes á recibir decorosamente los sufragios que merece tu digna alma. ¡Santo Dios! ¡Dios inmortal! Bendito seas, porque mediante una cadena de sucesos inesperados, te vales hoy de los huesos del célebre Colon, para presentarnos un contras:e asombroso de gloria y humillacion, de flaqueza y de poder! ¿Pero qué? ¿no es verdad, Sres., que el hombre, aun el mas noble y distinguido, puede reducirse á polvo? ¿No es verdad que este mismo polvo, puede elevarse á la cumbre escelsa de los honores? Subamos, si queremos desengañarnos, al origen de la verdadera grandeza, veremos conciliadas estas aparentes contradicciones, y justificada la ceremonia que estamos practicando sobre los huesos siempre vivos del famoso Colon.

El cuerpo humano, esta obra admirable del Omnipotente, ni es tan precioso como se lo figura el sectario de Epicuro que lo idolatra, ni tan despreciable como se lo cree el impio que lo desatiende: ni merece el aroma que se le quema á su hermosura, ni los ultrages de que suelen cubrirse sus reliquias: él es un objeto

útil, ó funesto, odioso ó respetable segun el uso á que se le apli ca: la virtud le atrae honores, el pecado lo llena de horror: el cumplimiento de las obligaciones, escribia S. Gregorio Nazianzeno, lo exalta y ennoblece; el vicio lo denigra y lo difama. Paraiso, infierno, las almas solas no son las que gustan vuestras delicias ó vuestros tormentos: bien podria suceder que os habitasen los espíritus, como acaeció cuando la obediencia y desobediencia separó los Angeles malos de los buenos: mas Dios ha querido que los cuerpos, á quienes se unen las almas, aumenten nuestra luz, ó nuestra tiniebla. Cuando él venga sobre las nubes á pesar en su fiel balanza las operaciones de los vivos y de los muertos, su trompeta reanimará las yertas cenizas de los sepuleros, para que las criaturas congregadas al pié de su tribunal, oigan y vean ejecutar sobre sus propios cuerpos la sentencia que pronunciara.

Léjos, léjos de aquí el que sospechare que yo trato de prevenir el juicio que formará Dios, y el destino que dará al cuerpo de Colon el dia de la retribucion general. Mil anatemas estam+ pados en el nuevo y viejo testamento, caerian sobre mí, si yo delinquiese en este punto. Mi ánimo ha sido justificar segun las doctrinas de la religion que profesamos, los honores que rendimos á los huesos de Colon, omitiendo, como superfluos, muchos ejemplos que nos suministran los egipcios en el vestíbulo de sus sepulcros, los atenienses en el cadáver del vencedor de Samos, Pericles, y los mismos hebreos en el funeral de Josaphat, Osias y el general Abner. Y si esta justificacion se deriva de la dignidad de los objetos, á que se aplicaron los difuntos cuando vivos, ningunos honores, ni mas justos ni mas merecidos que los que estamos haciendo á las cenizas del descubridor de la América. Vosotros me preguntareis, ¿y cuáles fueron esos objetos, esas ocupaciones? Yo os respondo: Dios y el estado: una multitud de virtudes morales y cristianas. Ved aquí el plan del elogio, que se me ha encargado forme á ia memoria de Colon.

Si mi fantasía y mi pobre elocuencia igualasen al estupor que me causan las acciones de este héroe tan singular, mi discurso corresponderia á vuestra espectacion, á mis deseos y á su gloria. Sin embargo, por grande que él haya sidò en la opinion de los hombres, no recibirá de mí el homenage servil de una adulacion engañosa. La verdad simple, pura, ingénua, es el lenguaje que debe escucharse en la cátedra del Espíritu Santo. Así pues, con todo el respeto debido á este lugar, y con arreglo á los mandatos de la silla apostólica, en especial al de Urbano VIII,* comenzaré diciendo, que mas de cuatro ciudades ** se disputan todavía la

[blocks in formation]
[ocr errors]

cuna de Colon, como disputaron la de Homero los Colofónios y Chios, los Salaminos y Esmirneos; prueba incontestable del aprecio con que todos miran el verdadero mérito. Desde muy temprano le encierran sus padres en la Universidad de Pavia, mientras logra poseer completamente la lengua latina, la cosmografia, la astronomía y el diseño. Su genio le inclina despues á la navegacion, hasta el estremo de considerar como esfera muy reducida el Mediterráneo todo; èl quiere visitar los mares del Norte y las orillas de Islandia. Su curiosidad lo arroja allá al círculo polar, y se asocia á un perito capitan que hacia entonces el corso á los venecianos y turcos, rivales de los genoveses: si le viérais con que presencia de espiritu se sostiene entre las llamas que incendian su buque: con que intrepidez salta al agua y nada dos leguas, diríais que el Altísimo lo protegia y reservaba para algunas grandes proezas, así como preservó en otro tiempo de las corrientes del impetuoso Nilo, al que destinaba para gefe de su pueblo. El ansia por descubrir nuevos paises, lo ascribe al servicio de Portugal: fija su residencia en Lisboa, y allí contrae matrimonio con Felipa Muñiz Perestrello.

Las delicias del nuevo estado, ni relajan la integridad de sus costumbres, ni enervan la actividad de su espíritu. Dijo muy bien S. Juan Crisóstomo, el matrimonio no se opone á las costumbres; y para Colon fué un motivo de nuevas ocupaciones. Su suegro gozaba entonces la reputacion del mejor náutico entre los portugueses. Los diarios y observaciones de este capitan, inflaman y lisonjean su pasion y lo llevan á la Madera, donde establece comercio por mucho tiempo con las Canarias, las Azores y las posesiones portuguesas en Guinea y en el continente de Africa.

Insensiblemente hemos arribado ya á la famosísima época de la vida de Colon; aquella, digo, en que los mas espertos náuticos atormentaban sus ingenios, por descubrir un tránsito á las Indias orientales: este fué el importante asunto que ocupó entónces los entendimientos humanos; pareció seria forzoso costear toda la punta del Africa, derrotero desconocido, muy dilatado, dificultoso é incierto. El sabio Colon, tentó si era posible hallar otro mas corto y mas derecho. Reflexionando profundamente sobre la materia.... no me atrevo á proseguir: este paso de mi discurso, exige una lengua ménos balbuciente que la mia, unos retorismos mas hermosos y una energía de que carecen mis tibios labios. ¡Cómo podré yo pintar la situacion del cerebro de Colon en este momento, disipando preocupaciones, revolviendo unas ideas y creando otras, las mas útiles que ha formado la mente del hombre! ¡Cómo podré representar vivamente á un sabio que barrunta y congetura, á un cosmógrafo que mide, á un astrónomo que calcula, á Colon, en fin, que navega idealmente hácia el mar Atlántico!

Sumergido en la mas alta meditacion, trae á riguroso exámen los principios de la fisica reinante y las doctrinas de la teología, ¡cómo podrán caminar con las cabezas abajo hombres colocados en un hemisferio opuesto al nuestro! ¡Cómo es posible que unos hombres separados de nosotros por los abismos del Océano, tengan nuestro mismo orígen, desciendan de Adan y participen del beneficio de la Redencion! ¿Podrá habitar la especie humana bajo la zona Tórrida, donde es tan violenta la accion directa de los rayos solares? Por otra parte la figura esférica de la tierra me hace concluir que los continentes de Europa, Asia y Africa, soJo componen una pequeñísima porcion del globo terrestre. La sabiduría y beneficencia del Autor de la naturaleza, me prohiben pensar que el vasto espacio no conocido sea cubierto enteramente de un estéril Océano: no hay dificultad en inferir que el continente del mundo conocido, puesto sobre las costas del globo, es contrapesado por una cantidad igual casi de tierras en el hemisferio opuesto. ¿Qué otra cosa comprueban esos fragmentos de madera labrada procedentes del Oeste, que se han visto flotar sobre las aguas? ¿Qué otra cosa denotan esos árboles desarraigados, esos hombres de estraña fisonomía vomitados por el mar sobre las costas de las Azores? Así filosofaba, Sres., nuestro profundo náutico, á veces convencido, á veces indeciso, cuando se acuerda de dos consejos del libro de los Proverbios: no fies de tu prudencia; no seas sabio en tu estimacion: pregunta, busca la consulta de otro. Rendido á estos dictámenes, ocurre á su cuñado Pedro Correa, testigo ocular de los hechos referidos en los papeles públicos y á Pablo Toscanelly, médico florentino muy célebre por sus conocimientos en la Cosmografia. Si el tiempo me lo permi-ì tiera me detendria de buen grado en recomendar las escelentes virtudes escondidas en este pasage de la vida de Colon, su modestia, su humildad, la desconfianza de sí propio, la confianza en Dios, la deferencia á sus semejantes: os haria ver que estas virtudes solo nacen y florecen en los terrenos bañados y fertilizados con el rocío del Evangelio; y que cuando la ciencia no se apoya en el temor santo de Dios, hincha el corazon, no ilustra al alma, ántes bien la oscurece y ridiculiza al hombre, como le sucedió á cierto presumido filósofo, que desnudas sus carnes se jactaba de un descubrimiento gritando por las calles públicas, inveni, inveni pero mas adelante no faltarà coyuntura oportuna para exagerar la religiosidad de Colon.

Correa y Toscanelly apruebas el novísimo proyecto; y el autor resuelve pasar de la teoría á la práctica. Concibe que esta ha de ser muy costosa, conoce la escasez de sus facultades; y que es indispensable la proteccion de algun potentado de la Europa. Por una especie de patriotismo se dirige á Génova: la república le

« AnteriorContinuar »